Actualizada el 4 de diciembre, 14:20

La Casa de Higueras y Costanera, en Urdesa, tiene vida. Nació para ser una casa común, pero su destino ha sido aún mejor, convertirse en un personaje más importante que cualquiera que la haya pisado.

Tras girar en la curva que marca la entrada a Urdesa central, desde el centro comercial Albán Borja, aparece lúgubre, imponente, con grandes paredes y tejas antiguas que sobresalen del gran muro que la enmarca. Si fuera una persona, sería una de esas que no pasan desapercibidas.

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La llaman la mansión abandonada, casa embrujada, la guarida de malandros y pordioseros. Algún vez fue la Casa de colores, el Inmundicipio.

El tiempo le ha dado muchos rostros. Fue construida para ser el hogar de la familia Ramírez Franco, de El Oro. A partir de allí la historia real se entrelaza con el mito y la irrealidad.

Algunos dicen que el señor Ramírez, que era bananero, quebró y nunca pudo terminar la vivienda; otras personas detallan que sus hijos pelearon por lo que quedó de la herencia. Se habla de un asesinato y de otras muertes, mientras la casa era construida.

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Estas imágenes fueron tomadas en febrero de 2011 para un reportaje del semanario Viva Guayaquil de El Universo, antes de que exista el Inmundicipio.

Los primeros dueños de la vivienda se pusieron en contacto con El Universo vía Instagram, para aclarar la verdad sobre la construcción.

Marco Ramírez Franco explicó que la casa fue construida por su padre, Marco Aurelio Ramírez, oriundo de Guayas, quien tenía negocios en El Oro y se casó con una señora de esa provincia.

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Sobre el motivo por el cual la casa no fue habitada, respondió: “Fue terminada en su totalidad (...) mi hermana y yo nos casamos (...) fuimos a vivir a nuestras casas y esa quedó sin habitar”. Aclara que mientras la vivienda fue propiedad de su familia, había guardián y limpieza en el lugar y no fue usada por su familia ni como bodega ni con otro fin. De lo que ha pasado posteriormente en el lugar, no tiene información.

A inicios de este siglo, la Casa fue utilizada como bodega. Luego fue desocupada y estuvo a cargo de un italiano, de quien no se tiene más datos.

En el 2011, el artista Daniel Adum, quien vivía en Urdesa, conoció a ese italiano en la playa. Luego de una larga charla, se hizo cargo del alquiler y comenzó la época de los colores y el Inmundicipio, a mediados de ese año.

El Inmundicipio

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A la par, Adum había iniciado un movimiento artístico con un grupo de jóvenes guayaquileños llamado LitroxMate. Consistía en pintar cuadros de colores, al estilo Mark Rothko, que simulaban los brochazos grises que pintaba la Municipalidad cuando quería tapar graffitis de las paredes.

Las pintadas comenzaron en Los Ceibos y Urdesa, lo que desencadenó una pugna judicial con el Cabildo, que alegaba que pintar colores estridentes en sitios públicos era ofensivo para la ciudadanía. Posteriormente fue declarado inocente, pero las paredes volvieron a ser grises.

El colectivo artístico aprovechó el alquiler de la Casa y las siguientes intervenciones artísticas se hicieron allí. El sitio se convirtió en el Muy Ilustrado Inmundicipio de Guayaquil, bautizado así como una crítica a las normativas artísticas preestablecidas en la ciudad. La primera exposición, en la que participaron Jorge Jaén, Gkillcity, Chema González, Nuno Acosta y RMNoby, entre otros, incluyó obras que habían sido rechazadas en salones de arte de la ciudad.

Fue quizás la única época en la que albergó lo más cercano a una familia. Durante dos años, la Casa fue arte y el sitio obligado de reunión de la juventud guayaquileña.

La escalera central (i) y uno de los salones de la planta baja, en el que que practicaba skateboarding. Fotos: Cortesía y Archivo

La Casa tiene dos grandes partes de tres pisos unidas por una escalera de mármol que se ve desde la entrada. Tiene un altillo, sótano, y varios compartimientos en la zona de la piscina, que da al estero Salado y un terreno vacío a un costado.

Con los pasillos limpios, las paredes repintadas y llenas de cuadros y graffitis, la piscina como escenario de conciertos y todo el lugar como mercadillo de artículos variopintos, fue lo que ahora nos hace falta: un espacio cultural libre.

La música

La Casa también fue voz. Cantó en el cuerpo de Ricardo Pita, en el de Guanaco y en el de muchas bandas ecuatorianas como Ultratumba, Vírgenes Violadoras, Pasajero, Los Brigante y Cadáver Exquisito. También se presentaron artistas extranjeros, según recuerda Lalo Hidalgo, organizador de un evento en el lugar.

Este lugar es especial para Ricardo Pita: “Creo que para todos los que vivimos esos años de arte sin restricciones, la Casa Embrujada, el Inmundicipio o como le quieran decir será un lugar muy especial que se guarda en el alma. Se vivió mucho allí (...) Todos éramos siempre bienvenidos y nunca se la pasaba mal. Tengo muchos recuerdos allí, cantar mis primeros conciertos como solista dentro de la piscina, recorrer las habitaciones en los mercadillos en busca de algún libro o ropa de segunda mano. Y risas, muchas risas”, cuenta Pita sobre esta casa.

Ricardo Pita en uno de sus conciertos en la piscina del lugar. Foto: cortesía

Hubo momentos inolvidables, como los premios Garage Band, en los que la casa lucía atestada de gente. Para Bruno Carranza, asiduo visitante del Inmundicipio, el concierto de las Vírgenes Violadoras allí fue “alucinante”. Otra cosa que recuerda es ver a Adum siempre limpiando el lugar, recogiendo las botellas que la gente botaba, para que todo esté impecable.

Fue una época de color, en la que los fantasmas y sus historias se ocultaron para dejar a la gente en libertad.

Pero esos años también terminaron. En mayo de 2013 se anunció que el lugar cerraba. Los mercadillos cambiaron de sede, pero nada superó el ambiente de la casa.

Así luce la casa actualmente. Fotos: cortesía

La Casa volvió a quedar a oscuras y a ensuciarse. Probablemente nadie pasó nunca más una escoba por sus pasillos y con el olvido regresaron los mitos.

En los videos exploratorios recientes de la casa subidos en Youtube, hay comentarios como: "Tengo entendido que ahí antes era una cárcel", "(...) tengan cuidado, a alguien se le metió un demonio llamado Peter, ahí se hacían raves, pero el ambiente era pesado"... En los videos buscan un portal a otra dimensión, en otro aparece una chica que vive allí y que pide colaboraciones para hacer un tour en el lugar y por último, un Youtuber lleva espiritistas para ver si encuentran actividad paranormal y afirma que se escuchan ruidos extraños.

A la escritora Solange Rodríguez se le ocurren varias teorías sobre este imaginario, pero la principal es “que lo que no está habitado de personas se habita con imaginación”. No solo para con las casas, añade, si no con los cuartos en los que guardamos cosas viejas, donde se acumulan cosas. Allí pensamos “que puede haber algún tipo de fantasmas porque lo asociamos con la anormalidad”.

Rodríguez explica que la mansión gótica, que tiene tradición desde el siglo XVIII, y los castillos de vampiros, son parte de esa idea de casas encantadas.

¿Cómo estaba la Casa este 2020? A los cuartos que alguna vez fueron arte, les sobraba basura. La piscina, llena de agua sucia y desperdicios. La maleza, gigante y el interior del lugar, sin menos accesorios que antes. Además, hubo dos incendios que destruyeron parte del espacio.

Tras denuncias de los vecinos, por el uso que le dan al espacio las personas sin hogar, el Municipio decidió demoler la casa. El anuncio fue hecho a mediados de noviembre pasado.

“Esto (el Inmundicipio) activó el sector, le daba otro sentido a la propiedad, pero lamentablemente dejó de hacerse, y ya el lugar fue tomado por drogadictos”, manifestó María Pía Hidalgo, quien vive diagonal a la Casa, en una entrevista reciente a este medio.

Algunos exvisitantes de la vivienda, sobre todo de la época del Inmundicipio, han criticado en redes sociales la postura del Municipio y reclaman que en el lugar se haga un centro cultural. Es una opción que, sin embargo, nadie propuso durante los más de siete años que estuvo la casa en el olvido.

El Municipio afirma que la construcción desaparecerá de cualquier forma. La casa tendrá el mismo destino de otras construcciones (algunas patrimoniales) en Guayaquil: morirá y se llevará su historia consigo. Aunque parte de ella quedará en los que alguna vez la visitamos. (I)