Hablar de generaciones literarias y más cuando queremos señalar a los autores de la obra Los que se van, y que luego formarían el llamado Grupo Guayaquil, es bastante arriesgado. Hay elementos diversos que se mezclan y que pueden en algunos casos volverse contradictorios, pero es innegable que esta generación tiene rasgos comunes que la hacen destacar y que la convirtieron en una especie de derrotero para las generaciones venideras de la literatura ecuatoriana.

La camada anterior de escritores que la había precedido había hecho presencia en la palestra pública en medio de los avatares revolucionarios del liberalismo en la costa ecuatoriana representado en el comercio agroexportador y las redes de la banca financiera con miras a integrarse al mercado capitalista mundial, enfrentado al conservadurismo político, económico y social de la sierra, que se sostenía ideológicamente en un clero reaccionario.

Fruto de estos combates que se trasladaron a una guerra civil en 1895, produjo en el campo de las letras, una obra de carácter intimista, con un estilo romántico, aristocrático y con personajes que buscaban la evasión, dando origen a la corriente modernista; cuyos autores tuvieron una influencia decisiva de los decadentes franceses como Baudelaire, Rimbaud y Verlaine.

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El panorama de los años 30

La generación de autores que surge en la literatura durante los años 30, tiene varios elementos que le dan características propias y estas son: escritores que se apartan de los cánones literarios de sus antecesores, son creadores rebeldes, han sentido el impacto de los horrores de la I Guerra Mundial, son testigos del despertar de las nuevas ideas sociales que venían del exterior como es el caso de la Revolución Rusa, la irrupción del fascismo, el descontento e inconformidad hacia la política de pactos entre el poder político y el oligárquico que reemplazó al liberalismo machetero.

Esta ruptura definitiva se selló en 1925 cuando se produce en Ecuador la primera intervención de las Fuerzas Armadas como institución formal en la llamada Revolución Juliana.

Los precursores

Es ineludible que antes de 1930 la literatura ecuatoriana, especialmente la novela, había tenido ya varios exponentes que ponían como eje de su narrativa los problemas de injusticia social que aquejaban al país. Dentro de estos precursores se debe mencionar a Roberto Andrade con su obra Pacho Villamar (1900) novela nacida pocos años después del triunfo de la revolución alfarista. El autor, un intelectual liberal, escribe una novela que tiene de fondo a un Ecuador inmerso en las luchas entre conservadores y liberales.

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La Revolución Liberal genera cambios en la sociedad ecuatoriana que se traduce a su vez en una innovación en las corrientes literarias, la problemática social se hace más presente en la
producción novelística, a Andrade le seguiría José Rafael Bustamante con Para matar el gusano (1912) novela que une lo urbano con la campesino, Fernando Chávez publica Plata y bronce (1927), esta es una novela precursora en todos los sentidos, es la que anticipa el indigenismo en la novela y muestra en forma de denuncia social la triada nefasta del cura, terrateniente y el teniente político.

Tanto la obra de Bustamante como la de Chávez comienzan a poner en palestra la difícil condición del indígena y el campesino, panorama que será ampliado por los escritores del 30.
Dentro de este repaso es imposible pasar por alto un cuento que incluso tiene un título premonitorio que es La mala hora (1927) de Leopoldo Benítez Vinueza, relato que gira en torno a la temática montuvia y que despertó hondo interés en Benjamín Carrión. Otra grupo de autores como Sergio Nuñez, Ángel Felicisimo Rojas y el caso especial de Pablo Palacio forman un puente que allanó el camino para los que vendrán.

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Estos antecedentes van a explicar la gran eclosión literaria que marcarían los años 30. (I)