Hay un tema que ha retomado vigencia en medio de la disputa electoral que vivimos, pero cuya discusión no debería quedarse solo en ese escenario, sino trascender y buscar soluciones reales, sea quien fuere el ganador. Me refiero a la tabla de consumo mínimo de drogas que se aplica en el país ya por varios años, y que fue de lo menos aburrido que nos presentó el debate de los finalistas del 1 de octubre reciente.

Tabla que fue parte de las reformas constitucionales y legales que con especial énfasis desde 2008, consultas populares de por medio, puso a andar el gobierno correísta, con el apoyo de amplias bancadas cuyos integrantes de la época ahora están en otros grupos políticos y no dicen pío sobre el controversial tema de permitir el uso legal de drogas en bajos gramajes para quienes sufren adicción y son considerados víctimas de una enfermedad antes que autores de un delito.

¿Cuándo se creó la tabla de drogas en Ecuador y cuántas veces se ha propuesto su eliminación? En el debate presidencial, Daniel Noboa la cuestionó y Luisa González la defendió

Pero en la práctica local, aquello que teóricamente parece estar suficientemente sostenido y que en sociedades mejor organizadas cultural, política y económicamente está siendo aplicado con relativo éxito, es culpado del repunte de consumo sobre todo en niños y adolescentes en edad escolar, que aunque la teoría señala que no deberían estar en ese problema de adultos, han sido foco de las ansias económicas de quienes aprovechan la tabla no para su consumo únicamente, sino para acercar la droga en pequeñas cantidades a escuelas y colegios. Y así han surgido, es innegable, hordas de niños consumidores y hasta revendedores de ese producto terrorífico al que llaman H.

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Desayuno escolar, acceso a la educación superior y los ‘pros y contras’ de la tabla de drogas, en el debate sobre el eje social

El debate sobre la tabla, sea cual fuere el resultado del próximo domingo, no debe quedar ahí.

En el encuentro de los presidenciables, uno de los cuales gobernará el país antes de que termine el año y por alrededor de 17 meses, quedaron claras las posturas: Daniel Noboa, que fue quien lanzó el tema, lo planteó con rechazo e intentó ironizar con los efectos “volátiles” que la droga ha dejado en sus víctimas, pero no fue claro en cómo desmontar su uso, más allá de una prohibición o derogatoria oficial. El cómo hacer que esto sea efectivo, como muchos cómos, estuvo ausente del debate. Luisa González, representante y militante disciplinada del grupo político que inspiró la tabla de consumo de drogas, no lo dijo puntualmente, pero quedó claro que está de acuerdo con su creación y uso “en adultos”, como dijo fue el propósito al crearla desde el gobierno del que fue parte activa y al que busca emular. Se mostró renuente a aceptar la afectación que esa venta al por menor ha causado en los niños y defendió la tabla como una medida ya probada en otros países y que trata de darles alternativas y tratamiento a los pobres, no solamente detenerlos.

Discurso este último que desde 2008 ha generado una serie de cambios legales en la calificación de delitos y contravenciones, en dar a los jueces opciones a la prisión preventiva, con el manifiesto afán de despoblar las cárceles. Cárceles que, paradójicamente, ahora viven su más profunda crisis.

El debate sobre la tabla, sea cual fuere el resultado del próximo domingo, no debe quedar ahí. La sociedad, y en especialmente las madres de los sectores populares inundados de H, claman a gritos porque se revise la medida. (O)