Los acusados terminan de acusadores, mezclando entre líneas muchas explicaciones de por qué lo hicieron (escaparse de la concentración). Sus excusas suenan bien, pero no tienen respaldo suficiente respecto a la magnitud del daño, sobre todo con el agravante que ahora conocemos: que han existido los mismos hechos y probablemente con los mismos actores, u otros, sin que se hayan conocido y peor sancionado.