José Pekerman vivió tal vez la máxima tensión de su vida en un partido de fútbol, al punto de que por primera vez un árbitro debió llamarle severamente la atención pidiéndole que se contuviera; Radamel Falcao agradecía a Dios arrodillado, con la cabeza tocando el césped. James Rodríguez se desahogaba. Los jugadores peruanos lloraban y se abrazaban; viajaron toda la Eliminatoria en una nube de ilusión y esta los depositó en el repechaje.