Barcelona está en cuartos de final. Y está bien, merecido. La mínima derrota en San Pablo aplaca la euforia, le quita épica a la clasificación, pero no justicia: en la suma de ambos juegos fue indiscutiblemente más que Palmeiras. Incluso en Guayaquil pudo haber ganado con diferencia más amplia. El logro de pasar de fase sí es altamente meritorio: haber tumbado al, de antemano, favorito para llevarse la corona. Ahora le toca otro brasileño, y si pasa, vendría otro más en semifinal. Que sumados al Botafogo en fase de grupos constituyen un duro camino hacia el objetivo final. Pese a la flojera de estos equipos brasileños actuales, siguen siendo brasileños y no hay que descuidarse. Pero ya no es como antes, que si el fixture marcaba uno de Brasil significaba el final del sueño.