El narrador Jaime Jarrín ya es un inmortal del deporte. Esa condición se la garantizó su ingreso en 1998 al Salón de la Fama del béisbol de Grandes Ligas –él y Pancho Segura, en el tenis, son los únicos ecuatorianos en ese tipo de recintos reservados a los consagrados–. Y ni la inmortalidad impide que los homenajes a Jarrín sigan.