Todo en la vida transita por la vertiente premio/castigo. La victoria de las ideas o las aspiraciones, el llegar a la meta, son el premio tan buscado. La derrota sin dignidad, el fracaso, son el castigo. En ambos casos –triunfo o derrota– la grandeza reside en la humildad, en el examen de conciencia, en la autocrítica. Alguien dijo alguna vez que “un hombre superior se repone siempre de un fracaso. Un hombre mediocre jamás se repone de un triunfo”.