Los octavos de la Champions empezaron con un trueno: el derrumbe del Barcelona en París. Pese a ciertos malos síntomas previos en el equipo, que venía viviendo de los tres de arriba (Lionel Messi, Luis Suárez, Neymar), sin armazón en la media, no podía esperarse algo así. El PSG se mostró como una construcción por fin lograda por Unai Emery, armado en torno a un gran Rabiot, y con jugadores enérgicos, serenos, técnicos, bien organizados, solidarios.