Pasé por Milagro para acudir al almuerzo de mi confraternidad vicentina Otón Ampuero Navarro, que brindaba el condiscípulo Eladio Cervantes Alarcón en nuestro sitio predilecto, el complejo Visaltur –de propiedad de otro vicentino ilustre: Julio Viteri Mosquera–. Allí encontré al cronista vitalicio de la ciudad, Víctor Hugo Vicuña, con quien recreé aquellas épocas de un Milagro que se escapó entre la niebla del tiempo, cuando toda su gente se conocía y dirigían los destinos ciudadanos auténticos patricios que entregaban su vida y su esfuerzo al engrandecimiento del terruño.