Mi primer contacto con el olimpismo ocurrió a los diez años al leer las hazañas de los deportistas en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952. Los diarios de entonces resaltaban a un atleta checoslovaco al que apodaban Locomotora Humana. Era nada menos que el legendario Emil Zatopek, ganador de 5.000 y 10.000 planos y maratón, algo que nadie ha podido repetir. La otra noticia que llenó de interés fue la reivindicación de uno de los grandes atletas de todos los tiempos, Paavo Nurmi, llamado el Finlandés Volador, suspendido en 1932, lo que le impidió participar en los Juegos de Los Ángeles. Veinte años después fue designado para encender la llama olímpica en su país.