Alejandro Fierro, compañero de EL UNIVERSO, acaba de regresar de Manabí, enviado a la dura tarea de reportar la devastación del terremoto. Nos cuenta el panorama sombrío que halló en general en todo Manabí y en particular en Bahía de Caráquez, que por tenerla como bonita y elegante acaso duele más. La destrucción genera desolación. Vio escombros, cuerpos en descomposición, gente caminando como sin rumbo por las calles, deambulando como fantasmas. Una ciudad espectral. Sintió olor a muerto, las casas derrumbadas… Y resuenan en el subconsciente las cifras que duelen más: 660 muertos, 4.605 heridos, 33 desaparecidos. Y luego está el dolor que la experiencia deja, la pérdida de un familiar, del trabajo, las fuerzas productivas hechas trizas… Triste, desgarrador, imposible saber cuánto si uno no lo ha experimentado.