Nochebuena, faltan segundos para el brindis de medianoche, miramos en derredor de la mesa numerosa y, salvo las abuelas, ya ancianas, todos los demás están atentos a su teléfono celular. Mandan o reciben mensajes, toman fotos, revisan el Twitter… Están mentalmente fuera de la reunión, comunicados con los ausentes y no con los presentes, hasta que alguien grita: “¡Falta un minuto para las doce…!” Entonces dejan el mundo virtual y vuelven al real, levantan las copas y se aprestan a cumplir la tradición.