“¿Irme del Madrid algún día? ¿Por qué no?”, respondió Cristiano Ronaldo a un periodista alemán de la revista Kicker. Y encrespó los mares y los vientos madridistas. Eso, en una primera reacción. Lógica; él recibe tratamiento de divo, todos sus deseos se satisfacen al instante, es esperable que devuelva los mimos. La segunda, llamativa: centenares de comentarios de lectores, tanto en Marca como en As, medios ultramadridistas, dudando ya de sus capacidades futbolísticas. Porque hay un punto donde terminan las influencias mediáticas y marketineras: es cuando empieza el partido. Ahí cuenta lo que sucede en el césped. Y aunque le machaquen el cerebro continuamente, el público puede observar por sí mismo.