Cuenta una fábula que después de la victoria conseguida por la Tricolor ante Argentina, en el Monumental de Buenos Aires, y los tres puntos logrados ante Bolivia en el ‘charco-estadio’ de Quito, el inefable presidente de la Federación Ecuatoriana de Fútbol, como la madrastra de Blancanieves, se miró su rostro en un espejo que tiene colgado en la Casa de la Selección y preguntó, con un susurro: “Espejito, espejito mágico, ¿quién es el mejor dirigente del balompié mundial? Y el espejo respondió: “¿Quién otro puede ser, sino tú, artista de las reelecciones y de los contratos con Full Play?”