La desgracia de Lionel Messi es ser argentino. De haber sido español, alemán, italiano, sería completamente feliz. Tendría, mínimo, uno o dos títulos mundiales y dos o tres eurocopas ganadas. Habría viajado un millón de kilómetros menos en avión y no debería soportar tanta mediocridad. Pero es argentino. Y lo siente. Peor para él. Su culpa es haberle dicho no a España, pero es que culturalmente no tiene nada que ver con España, aunque viva allí desde los 13 años.