Hoy, cuando he sobrepasado ya la edad que tenía mi padre –José Andrés Vasconcellos Avilés– cuando marchó a la eternidad, rebota en mi memoria el eco de su voz afectuosa ordenándome: “Vístete, que nos vamos al fútbol”. Era mi cumpleaños número 10 y supe, aquel rato, que no me importaría ningún regalo porque el más fabuloso era ese: ir a ver el fútbol en esa cancha que para mí era un misterio.