No importa cuántos cientos de millones invierta ni cuán galáctico sea, se siente incómodo el Real Madrid frente a este Atlético. Se lo nota nervioso, alterado, impotente, confundido. Durante dos décadas, mínimo, el club de Di Stefano y Bernabéu aprovechó como nadie la debacle institucional 'colchonera'. Y, más que de hijo, lo adoptó de nieto a su rival ciudadano. Le daba la sopa y le contaba cuentitos. Lo vencía incluso jugando con los suplentes de los suplentes, lo goleaba y se divertía. Hasta que cayó Simeone en el banco rojiblanco y cambió la historia; desde entonces hay otro Atlético: le plantea guerra, se le para tieso, le embarulla los partidos y, a veces (varias), como el viernes, se los gana.