La euforia del festejo disimuló la modestia del juego; el calor del hincha vistió de gala a un campeón obrero. Contó hasta las monedas este San Lorenzo para sacar pasaje a la posteridad. Pero tras un extenso y sufrido viaje llegó, por fin, a la cima de América. Cincuenta y cinco años demoró el Ciclón en quitarse esta espina continental que lo atormentaba. “La Copa Libertadores era nuestro karma, nos decían Libertadores y nos temblaban las piernas”, confesó su presidente Matías Lammens.