“Indignación”, “estupor”, “asombro”, son algunos de los calificativos que la prensa internacional utilizó para comentar su desacuerdo por el Balón de Oro del Mundial otorgado a Lionel Messi al bajar el telón de Brasil 2014. El siempre correctísimo Messi debió subir a recoger su premio instantes después de perder la final del mundo. Su cara era el reflejo de la decepción, lo cual lo enaltece: lamentaba la derrota grupal por encima del logro individual. Como debe ser. Pero su gesto, que denunciaba la amargura interior, le sirvió al periodismo para ilustrar que “ni él entendía que lo premiaran”.