Era un bostezo interminable, que amenazaba entrar en el libro de los Récords de Guiness y decidirse en los penales o en la corte Internacional de La Haya. Pero en el minuto 118 la ordenada Suiza se descontroló por un instante y pagó con la eliminación. Palacio robó una pelota clave en tres cuartos de cancha, con Suiza saliendo, y la pasó rápido a Messi. El genio, por primera vez con algo de espacio en toda la tarde, le imprimió velocidad a fondo y, como siempre, derecho al área; eliminó como a un cono al primer rival que le salió (Inler) y le puso un pase delicioso a Di María, ni fuerte ni débil, ni largo ni corto, justo, al ras. Di María solo tuvo que seguir corriendo y pegarle suave al segundo palo para batir, por fin, a Benaglio, otro de los excelentes arqueros que nos muestra el Mundial todos los días.