Fue el miércoles 31 de octubre de 1966 en el juego final del V Campeonato Sudamericano de Béisbol que se desarrolló en el estadio Aurelio Yeyo Úraga entre las selecciones de Ecuador y Brasil. Al haber ganado el Ecuador el Sudamericano anterior, disputado en Buenos Aires, Argentina, en el estadio el DAOM, se le entregó la sede.

La dirigencia hizo muchos esfuerzos para presentar una gran fiesta que ratificara la supremacía de la pelota chica ecuatoriana. Buscó el apoyo de todos los organismos: presidente de la República, Dr. Otto Arosemena Gómez; alcalde de Guayaquil, Roberto Serrano Rolando; Federación Deportiva del Guayas y Consejo Provincial.

El comité organizador lo conformaron Voltaire Paladines Polo, Alberto Vallarino Benítez, Andrés Fernández Salvador, Agustín Arroyo Yerovi, Gustavo Mateus, Augusto Barreiro, Jorge Ákel y Juvenal Sáenz Gil, que para entonces presidía la Confederación Sudamericana de Béisbol.

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Para que los fanáticos disfrutaran de buen béisbol, el torneo se jugó a doble rueda con el sistema “todos contra todos” y participaron Brasil, Argentina, Perú, Chile y Ecuador.

En la primera rueda, las novenas de Brasil y Ecuador doblegaron a todos sus rivales y en el enfrentamiento entre los invictos la victoria fue para los locales 8-1.

En la segunda ronda se repitieron los triunfos y llegaron al choque final. Ecuador debía ganar nuevamente para asegurar el título, caso contrario habría dos campeones.

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El choque final fue muy parejo, con marcador corto, producto del trabajo de los lanzadores de los dos equipos. En la apertura del primer capítulo, Ecuador se adelantó con vueltas de Alfredo Portalanza y Pedro Fuentes. Los cariocas descontaron por medio de Yasuda. En el segundo episodio, los dueños de casa marcaron la tercera carrera con Bonifacio Morán. Los brasileños anotaron una en el quinto con Toyonaga y empataron a 3 por medio de Tsoji, y el juego entró en mucho drama.

En el séptimo y octavo, los equipos se fueron en blanco. En un marco impresionante, el público, que llenó la tribuna central y las gradas laterales de las calles Cuenca y Tungurahua, con aforo aproximado para 8.000 espectadores, empezó a vivir cada acción con mucho drama y emoción.

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En el noveno y último turno, las emociones subían al máximo. Todo el mundo sabía que el mínimo descuido o parpadeo podría ser determinante para el resultado final y cualquiera de los dos equipos podría ganar. Los ecuatorianos abrían bateando en cada episodio.

El turno al bate fue para Ramón Moncho Sotomayor, que sacó un rodado por el campo corto que cometió error, lo que le permitió llegar a la primera base. El público se levantó, sabía que puede conseguirse la carrera de la ventaja. Sin ninguna disposición del mánager Reynaldo Ramírez, Moncho se fue al robo de la segunda base, estuvo a punto de ser eliminado y llegó a salvo en jugada muy apretada. Le siguió Alfredo Portalanza, que jugaba un torneo a gran nivel, y ejecutó un magistral “toque de sacrificio” que llevó a Sotomayor a la tercera base.

El bateador siguiente era Eloy Guerrero, baluarte del campeonato ganado en Argentina, quien con la cuenta de dos bolas y un strike engarzó un envío que se fue elevando y cayó en terreno de nadie para convertirse en ‘hit de oro’ delante de los jardineros izquierdo y central que aprovechó Sotomayor para anotar la carrera de la ventaja y poner la pizarra 4-3.

Brasil tenía que cerrar el noveno episodio y todavía podía emparejar y ganar, pero Raúl Látigo Gutiérrez controló su brazo y obligó al primero en el bate a sacar roda por el campo corto en donde Mikelmo Pérez con gran tranquilidad y clase aseguró el primer out.

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El segundo bateador sacó elevado por el jardín central que fue capturado sin complicación. Faltaba uno más, que le conectó hit, con lo que seguían con vida los brasileños. Volvió Látigo a controlarse y obligó a sacar un débil elevado corto detrás del home que con gran calma y aplomo Pedro Fuentes atrapó para consumar el último out del torneo, que le dio al Ecuador el título de bicampeón sudamericano que los fanáticos disfrutaron en una noche considerada como la de mayor esplendor del béisbol ecuatoriano en el legendario estadio Yeyo Úraga, que tendrá un entorno mejorado y quedará en la misma esquina de las calles Cuenca y Tungurahua.

La dirigencia hizo muchos esfuerzos para presentar una gran fiesta que ratificara la supremacía de la pelota chica ecuatoriana.