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BUENOS AIRES.- El mundo vio el miércoles a un pontífice menos convencional: uno que hace bromas y que pide la bendición a los feligreses. Así se presentó el papa Francisco en el balcón de la Basílica de San Pedro. Pero lejos de allí, en el “fin del mundo”, como entonces diría por la distancia que lo separaba de Argentina, minutos antes solo era Jorge Mario Bergoglio, el cardenal y arzobispo de Buenos Aires que ha despertado criterios opuestos.