Las haciendas arroceras fueron perdiendo espacio, la calle de tierra se convirtió en una amplia avenida de cemento, llegaron los servicios básicos y el ambiente de quietud que se respiraba en este sitio rodeado por las aguas de los ríos Daule y Babahoyo dio paso al ruido del tráfico vehicular que atormenta en las horas de mayor circulación.