La manera en que quedó puesta la mesa electoral da pistas de lo que podrán ser los resultados finales. Tomando como referencia las posiciones ideológicas, es notorio el encierro de la mayor parte de candidatos en sus propios espacios casi sin posibilidades de crecimiento hacia un lado u otro. La selección de los candidatos vicepresidenciables, en todos los casos, fue una manera de afianzar la posición que por sí mismo ya tenía el candidato presidencial y no un recurso para captar a grupos que no eran atraídos por este. Quedó eliminada así la disputa que podía producirse en el centro del espectro ideológico-político, que pasará a ser fácilmente controlado por el presidente-candidato.

De acuerdo a encuestas y a estudios de opinión, el votante ecuatoriano de centro es básicamente una persona de las áreas urbanas que no quiere volver al caos político del pasado pero tampoco quiere la incertidumbre que deriva de la prédica revolucionaria. No cuestiona muchos aspectos de la gestión del actual gobierno, incluso aplaude la obra de infraestructura, pero tiene una visión pesimista del futuro. La crispación a la que lleva el discurso presidencial es una de sus preocupaciones y constituye una de las causas de su rechazo a la política. Es una persona que combina elementos de conservadurismo con anhelos de cambio en su situación personal (más que en la del país en su conjunto). Es un votante bastante apático que está dispuesto a entregar un cheque en blanco a la persona que le asegure seguridad en todos los sentidos. Sin mayor precisión se puede decir que constituye algo más de un tercio del electorado.

La manera en que quedaron conformadas las candidaturas no apunta prioritariamente a este grupo. Al recluirse en la izquierda y la derecha, respectivamente, Alberto Acosta y Guillermo Lasso se aislaron de este sector. La selección de sus vicepresidenciables les reduce notoriamente las posibilidades de recoger votos en el centro. Lucio Gutiérrez arrastra limitaciones propias para llegar a este espacio y difícilmente podrá superarlas con una candidata vicepresidencial presentada prioritariamente como exreina de belleza. Norman Wray, el único que reivindica para sí la ubicación en el centro, escogió a alguien del mismo perfil, lo que no aporta nada a la suma. El caso de Mauricio Rodas es relativamente similar, ya que su candidata solamente tiende a reforzar la propuesta tecnocrática que constituye su plataforma de campaña. Álvaro Noboa es y ha sido un caso patético, que ahora termina encerrado en su propia casa.

Rafael Correa es el único que no se perjudica con la selección de un candidato vicepresidencial similar al presidencial. La candidatura de Jorge Glass puede ser una señal de desplazamiento hacia el centro, especialmente por el impulso del modelo primario-extractivista y la marginación de la izquierda de AP.

Durante la campaña, Correa podrá desplazar a los extremos a sus oponentes más importantes. Las alusiones a la derecha pelucona y a la izquierda infantil comenzaron mucho antes y le servirán para retener los votos que ya tiene, porque no necesita salir a conseguirlos.