Mi esposo y yo tenemos correspondencia frecuente con un personaje en Cádiz, muy querido y respetado por sus vecinos. Va a cumplir 50 años en el 2013 y está ilusionadísimo con la celebración pidiendo a todos sus amigos que no falten, incluso los que no vivimos en España.
Diego es soltero, un hijo muy cariñoso, un hermano y tío amoroso y un amigo fiel y generoso.
Nació con el síndrome de Down, recibió estimulación temprana y es tan ocurrente que siempre pienso que de no ser por esa pequeña alteración genética él sería un verdadero genio. Últimamente ha aprendido a usar “el ordenador” para enviarme sus mensajes.
Nos sentimos privilegiados con su amistad y sus cartas porque de él hemos aprendido cuán maravillosas son estas personas, básicamente porque tienen un corazón mucho más preparado para amar y él como es andaluz afirma estar dispuesto a arrancárselo por quienes ama.
Estuvo trabajando en un restaurante de pinche y antes en el almacén de su padre. Puede desplazarse solo en bus a sus clases de natación y baile. Es la compañía de su madre viuda y hermanas solteras.
Dieguito es siempre conmovedor y comparto esta experiencia porque también ha sido conmovedora para muchos la carta del padre de familia que se publicó en este diario el mes de mayo, anunciando el nacimiento de su hijita con síndrome de Down, con una alegría, amor y orgullo no común en estos casos que, antiguamente, muchos ocultaban, mostrando más bien felicidad por el desafío que lo convierte en un padre especial.
Tal vez necesitan más cuidados que otros hijos que pueden hacer frente a todas las exigencias del mundo actual, pero, sin duda, ellos tienen sus ángeles que los protegen y la gente y la vida les devuelve el amor que hay en su corazón.
Al acercarse el Día del Padre he querido hablar de estos niños especiales de los que en realidad sé muy poco y de tantos otros que son diferentes y tal vez privilegiados, y decirles a los padres que deben cuidar de cada hijo como un tesoro muy particular, porque cada uno es diferente, único, irrepetible, especial.
Tenemos una sola oportunidad para formarlos, educarlos con cariño y firmeza, con alegría y confianza, porque la mayoría de ellos nos dejarán pronto y no hay vuelta atrás para lo que pudimos hacer y no hicimos en el tiempo en que fueron confiados a nosotros.
Papás que trabajan y llegan agotados a sus hogares pensando solo en descansar… ¡qué pena! porque cuando llegan a casa ahí comienza el trabajo más importante del día con los hijos.
La tarea de ser padres es temporal. O se la cumple bien en el plazo previsto o se tendrán arrepentimientos tardíos.
El juego es hoy… Hay que aprender a jugarlo bien, conociendo y practicando las reglas a cabalidad y con todo el esfuerzo para ser un equipo integrado con la mamá, cualquiera que sean las circunstancias de la familia.
Esa es la manera de ganar.