Conste que pregunto ¿qué viene después? Y no, ¿quién viene después? Ya sabemos quién lo sucederá en el cargo (Tito Vilanova, su asistente técnico); pero no qué pasará con el fútbol que practicaba el Barça.

En casi todos los países del mundo los directores técnicos son las primeras víctimas de los descontentos. Hay entrenadores que duran dos temporadas, un año, seis meses, un mes o dos derrotas consecutivas, y en nuestra América Latina, más pasionistas y menos reflexivos, los promedios de despidos son más frecuentes.

En Europa, los cambios no son tan continuos, sin embargo, tampoco es común que duren cuatro temporadas como Josep Guardiola y después de ganar trece trofeos de los 16 que ha disputado; y aún le falta el que podría sumarse el 25 de mayo en la final de la Copa del Rey.

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Los catalanes tuvieron por ocho años como DT a Johan Cruyff (1988-1996), el que fuera brillante futbolista holandés de la Naranja Mecánica, pero Cruyff no ganó, ni de lejos, los trece (¿o catorce?) del excentrocampista del Barça y de la selección española.

Cuando escribo estas líneas el equipo azulrojo acumula 178 victorias, 46 empates, 20 pérdidas y 630 goles, pero todos los trofeos, los títulos, los triunfos, las raras derrotas y muchos goles no se comparan con la herencia más preciada: el legado de un fútbol espectacular novedosamente planificado y cumplidamente ejecutado. Es fácil decir que el balompié actual va a ir cambiando en el mundo entero para adaptarse a esa nueva forma de jugarlo, y ya está en el orden de ser imitado y que algún día también será superado. Pero por ahora, no.

Hay en el fútbol un axioma: el que tiene la pelota se divierte, y es verdad. Cualquier jugador del mundo sueña con tocar correctamente un balón la mayor parte del tiempo posible en desmedro del contrincante. Dentro de ese tiempo de dominio y posesión, al contrincante no le queda más remedio que mirar y desear la pelota.

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Muchos de ustedes han observado el tiempo que el Barça tiene en su poder el esférico. En el partido en Londres (ante Chelsea) los catalanes lo tuvieron el 80% del tiempo contra el 20% de los ingleses, pero el rival ganó el partido con un planteamiento defensivo de diez jugadores haciendo coberturas de marcación. Sí, ganaron el partido (1-0) y también, con la misma intención jugaron en el Camp Nou por el pase a la final de la Champions. Estoy seguro que a los hinchas del Chelsea les habría gustado ganar con la técnica del equipo de Guardiola que con la de su equipo.

El fútbol contemporáneo irá indefectiblemente a tratar de jugar en la forma “catalana” por los siguientes años. Hay que ver cómo es ese desarrollo porque claro está que el ser humano busca, persigue la belleza, la creación. Se aburre con lo cotidiano y la monotonía, y hay que conseguir los jugadores para que el ensamble sea perfecto, como el equipo de Guardiola.

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Sí, dirán los contras, a veces pierde. Claro, porque así es el fútbol que no es un monólogo de diez defendiéndose en su propio campo, tratando de impedir la creatividad permanente. Para resumir la idea general, el fútbol esquemático puede ganar algunas veces, pero la creatividad, a la larga o a la corta, termina imponiéndose.

El próximo 25 de mayo será el último partido que dirija Guardiola. Pero deja una marquesina de talentos para que el humano fútbol siga buscando y encontrando bellezas cada cierto tiempo. El fútbol del Barcelona se ubica como el mejor del mundo contemporáneo y será un ejemplo a seguir, sin paradas en el camino.

Guardiola hizo jugar a su equipo tal cual él lo practicó. Toma, dámela, triangulaciones, gambetas, mantener el ritmo más allá de los 70 minutos en todos los encuentros, para cumplir la esencia del que más la tiene es el mejor.

Pep está agotado, está vacío. Necesita descansar, el tiempo lo desgasta todo, ha dicho el estratega. Debe sentirse así. Pero regresará, creemos nosotros para deleitarnos un tiempo más.

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Lo vimos brillar a Guardiola como futbolista y lo hemos visto como genial creador de un fútbol espectacular.