AP
.- Antes de dispararse un balazo en el pecho, el exastro de los Bears de Chicago dejó un mensaje a su familia en el cual pidió que examinaran su cerebro: creía que había sufrido lesiones a causa de los golpes que recibió en la cabeza cuando jugaba.

Junior Seau, un astro aún mayor de la NFL, se suicidó el miércoles pasado como lo hicieron Dave Duerson y Ray Easterling, de los Falcons de Atlanta: con balazos en el pecho.

Los amigos del ídolo de San Diego se preguntan si éste no tenía esperanzas de que su muerte dejara un legado aún mayor que cualquiera de sus sorprendentes hazañas en el terreno de juego.

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El exjugador Kyle Turley no tiene dudas de que Seau quiso asegurarse de que estudiaran su cerebro en busca de las señales características de los traumatismos infligidos por el fútbol estadounidense.

"No me importa lo que digan", expresó Turley este jueves. "Yo sé por qué lo hizo".

El forense del condado de San Diego dictaminó que la muerte de Seau fue suicidio tras una autopsia realizada ayer. Los familiares aguardaban una decisión de la familia sobre la entrega del cerebro a investigadores externos para su estudio. Ese informe podría demorar hasta 90 días.

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Seau, de 43 años, era uno de los jugadores más aguerridos de la NFL, un linebacker extremadamente recio que jugó en el Pro Bowl doce años seguidos. Su carrera en tres equipos abarcó más de dos décadas, mucho más larga que el promedio de los jugadores. Se retiró a los 40 años.

Tres años después decidió poner fin a su vida. Había señales de que no todo andaba bien fuera del campo de juego: el divorcio, una denuncia de violencia doméstica que presentó su novia, aunque no hubo una acusación formal.

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Horas antes de su detención, su auto cayó a un precipicio de 30 metros (100 pies), un hecho que algunos interpretaron como un intento de suicidio. Seau, que sufrió heridas menores, dijo que se había dormido al volante.

Seau nunca indicó públicamente que tenía problemas con la vida después de la NFL debido a los golpes en la cabeza y su familia dijo que parecía ser feliz.

Es un caso muy distinto del de Easterling, quien murió el mes pasado a los 62 años. Sufría de demencia y participó en una demanda junto con otros destacados ex jugadores, los que alegaron que la liga no se ocupa como debe de las lesiones derivadas de las conmociones cerebrales.