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MADRID.- La decisión de Josep Guardiola de no renovar su contrato con el Barcelona después de cuatro años dirigiendo al primer equipo marca el inicio de una nueva era en el fútbol español y mundial y supone, en palabras del entrenador del Athletic de Bilbao, Marcelo Bielsa, una "pérdida mayúscula".

A Guardiola le queda todavía un viaje a Sevilla para medirse ante el Real Betis en el cierre de la Liga española y la final de la Copa del Rey frente al Athletic de Bilbao, pero cuando este sábado el árbitro indique el final del derbi barcelonés ante el Espanyol, dirá adiós al estadio Camp Nou y a su afición tras una carrera sin precedentes.

Aunque la liga española "ha existido sin Guardiola, con Guardiola y siga sin Guardiola", como indicó el segundo entrenador del Real Madrid, Aitor Karanka, lo cierto es que el fútbol será más pobre sin la presencia de uno de los grandes ideólogos de este deporte que ya ocupa un lugar entre los principales sabios de los banquillos.

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El éxito de "Pep" Guardiola no radica en los triunfos. Reside en el hecho de haber impuesto un estilo, aplaudido y reconocido mundialmente por un trato casi cariñoso del balón, de dar prioridad a la construcción pensada e inteligente del juego y de reconocer que el valor más importante e innegociable del fútbol es la pelota.

Su verdadero éxito se encuentra en la fidelidad con una filosofía que además le ha proporcionado títulos.

El "método Guardiola" no es nuevo, pero sí es la evolución y la última versión de formas de entender y practicar el fútbol del pasado.

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En el siglo XIX, cuando el fútbol estaba más próximo al rugby en su concepto de tirar pelotas largas hacia delante, correr y chocar, en Escocia se concibió una idea por aquel entonces revolucionaria y casi mal vista: pasar la pelota en distancias cortas al hombre mejor colocado para llegar al gol con una mayor elaboración y sin arriesgar perderla. Así nació el "passing game".

Cuando los británicos exportaron el fútbol a Sudamérica a fines del siglo XIX, el juego escocés tuvo mayor arraigo que el inglés en el Río de la Plata.

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El "passing game" uruguayo, cuyo principio básico era jugar "cortita y al pie", causó sensación por su destreza y precisión en la conquista de dos medallas de oro en los Juegos Olímpicos de París en 1924 y en Amsterdam en 1928.

El espíritu de los antiguos escoceses siguió vivo en las siguientes décadas en equipos como "La máquina de River", el Honved de Puskas, el Real Madrid de Di Stéfano y el Benfica de Eusebio, mientras que en selecciones, el Brasil campeón del mundo en 1970 -posiblemente el mejor combinado nacional de todos los tiempos- destacó por emplear un sistema audaz y pocas veces visto.

Ese equipo hizo historia por utilizar 5 mediocampistas ofensivos y ningún delantero. El seleccionador Mário Zagallo fue incapaz de excluir a ninguno de los grandes "10" del fútbol brasileño de la época y optó por alinearlos a todos: Jairzinho, Gerson, Tostão, Pelé y Rivelino, con un notable resultado.

Guardiola: "No hemos querido ser bandera ni ejemplo de nada" (EFE)

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Heredero de la escuela holandesa
Pero Guardiola es descendiente directo no de estos grandes conjuntos, sino de la escuela holandesa de principios de la década de 1970, con su selección y el Ajax de Amsterdam como abanderados de una idea desarrollada y puesta en práctica por Rinus Michels y el rumano Stefan Kovacs.

Sus equipos eran exponentes de un "caos organizado", con flexibilidad e intercambio de posiciones, presión en campo rival, dominio de la posesión y ausencia de delanteros tradicionales.

De hecho, el "nueve falso" del Ajax y de Holanda en esa época fue Johan Cruyff, aprendiz destacado de Michels y Kovacs, que años más tarde trasladó los conocimientos adquiridos al "Dream Team" del Barcelona que él dirigió y en el que jugó "Pep" Guardiola.

Cruyff fue el eslabón entre Michels, Kovacs y Guardiola, quien mantuvo viva la idea y volvió a plasmarla cuando parecía en desuso. Pero quizás lo más significativo sea la influencia que tuvo en un joven jugador que absorbió las enseñanzas del maestro para acabar superándolo como entrenador.

La filosofía guardiolista resultante es también una consecuencia de la evolución del pensamiento futbolístico de Cruyff dentro del Barcelona a lo largo de los años. Es el producto del aporte de cada entrenador de la casa, partiendo de un mismo sistema y un mismo objetivo.

Con los años, el mismo Guardiola, una vez al frente del primer equipo, fue introduciendo ideas y variaciones para actualizar y mantener fresco el juego de sus dirigidos.

La metamorfosis del Barcelona pasó por renunciar a una defensa de cuatro hombres y la adopción de una de tres con el fin de acomodar a un mediocampista más; suprimir la figura del centrodelantero; quitar a Lionel Messi de la banda para situarlo en el medio y cerca del área; retrasar posteriormente la posición del mismo Messi unos cuantos metros; y la utilización en la final del Mundialito de Clubes del 2011 ante el Santos brasileño de lo que podía interpretarse como un 3-7-0.

Nada de lo conseguido hubiera sido posible en el Barcelona sin el énfasis, desde la cantera hasta el primer equipo, en la técnica individual, en el saber escoger y dar un buen pase con uno o dos toques o en la virtud de crear espacios por medio de la rápida circulación de la pelota y el desmarque.

Guardiola abandona ahora los banquillos después de ganar 13 títulos de 17 posibles en 4 años y brindar el mayor espectáculo que se ha visto en un campo de fútbol en décadas. Volverá a entrenar algún día si quiere, pero su lugar en la historia ya está asegurado.

La impronta de su estilo dentro y fuera de los terrenos de juego es imborrable y su influencia en el proceder de otros entrenadores y en las tendencias futuras es, sin duda, inevitable.