Por Jorge Barraza (jbarraza@uolsinectis.com.ar)
.- Luego de malograr su penalti, Cristiano Ronaldo lucía menos altivo, más humano. También Sergio Ramos, después de mandar el suyo a la segunda bandeja del Santiago Bernabéu. Se lo veía como un muchacho normal, de calle, no como ese sujeto atropellador que aprovecha la camiseta del Madrid para cometer todo tipo de fechorías futboleras. Hasta el pillo de Pepe parecía bueno. La derrota ubica. Vuelve a las personas a la tierra.