Por Jorge Barraza (jbarraza@uolsinectis.com.ar)
.- El público paga para ver goles, espectáculo... Lo que a la gente le gusta es el buen fútbol". La frase la escuchamos desde que pisamos una cancha, a los 4 o 5 años. Pero ¿es cierta...? Huuuuuuum...

El martes, apenas terminado Barcelona 3, Milan 1, cientos de miles, posiblemente millones en todo el mundo inundaron los foros en internet con quejas al árbitro holandés Bjorn Kuipers, por los dos penaltis que sancionó (justicieramente) a favor del Barcelona. Cobró lo que la mayoría de sus colegas, por falta de personalidad, aptitudes o coraje, ve y no cobra.

Ni el DT del Milan discutió la primera sanción. Igual vale recordarla: Antonini se tiró al piso deslizándose para impedir que Messi se acomodara y pateara al arco; en su envión, barrió con su pie izquierdo el pie de apoyo de Leo. Penalti clarísimo.

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En el segundo, en un tiro de esquina, Nesta tomó la marca de Busquets agarrándolo, como hacen habitualmente los defensores, solo que con más torpeza e imprudencia. Con su mano derecha lo tironeó de la camiseta, con la izquierda lo sujetó del cuerpo, desde atrás y, luego, como acostumbran muchos zagueros para despistar al juez, se arrojó encima y lo volteó. Así, la gente y los árbitros piensan "se agarraron entre ambos y cayeron". Quien haya jugado fútbol alguna vez sabe bien que, en el área, el foul lo hace el defensa, que apela a todos los recursos y generalmente sale beneficiado por la confusión o la impericia del árbitro. El atacante rara vez comete falta porque a él no le interesa destruir la jugada, en lo único que piensa es en conectar la pelota, hacer gol. El gran invento de los jueces, para lavarse las manos, es pitar falta en ataque. Apenas sale el centro, "Prrrrrrppp...." Nadie vio nada, pero pitan.

La mejor prueba de la falta es que Puyol, pegado a ambos, salió como eyectado a reclamar: "¡Penalti...!". Por un insondable comportamiento humano, si un jugador simula una falta es él quien grita pidiendo la sanción, no el compañero, que sabe que hizo teatro. Pero Puyol lo vio tan bien como el referí.

Sujetar a un contrario en el área, zamarrearlo, contenerlo para que no cabecee, derribarlo, empujarlo, es penalti. Nesta buscó tapar su irresponsable acción reclamando. Luego, millones escribieron indignados por una falta que fue falta. En cambio nadie saltó la semana pasada cuando al Barcelona no le dieron dos penaltis ante el Milan, uno a Alexis Sánchez y otro a Puyol.

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Si todos sus colegas actuaran como Kuipers, los partidos serían más limpios, mejores. Y veríamos más goles. Los zagueros como Nesta (hay miles en todo el mundo) deberían prepararse para anular al rival con capacidad, categoría, destreza, velocidad, fuerza o determinación, como Puyol, monumento vivo al zaguero de fútbol.

Tras las críticas al árbitro se esconde, en realidad, un fastidio de millones de aficionados por la interminable sucesión de triunfos del Barcelona. Multitudes ya están hartas de sus éxitos, lo quieren ver perder. Aunque quien le gane sea horrible. A la gente le molesta tanta supremacía, tanto reinado. A nadie le gusta admitir la invulnerabilidad ajena. Se advierte, también, una velada intención de ensuciar los éxitos del equipo más limpio y noble que hayamos visto nunca. Solo quiere jugar, ganar y gustar.

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Se protesta cuando le dan un penalti al Barcelona, aunque es absolutamente lógico que suceda. Es el equipo más ofensivo del fútbol mundial (seguramente de todos los tiempos), no para un instante de atacar. Y tiene talentos que arman sutiles y endiabladas combinaciones cortas dentro del área. Lo ilógico es que le den penaltis al Milan. Juega como juega habitualmente un equipo italiano: refugiándose, pensando en desarmar al rival antes que en armar su propio fútbol. Como local se defendió 80 minutos y se sintió feliz de haberle empatado a 0 en casa. En Cataluña hizo lo mismo, con la suerte de que en un aislado contraataque marcó un gol. La superioridad azulgrana fue absoluta y su triunfo es indiscutible.

A no confundir: defenderse es una elección válida. Abroquelarse, tirar la pelota a la tribuna, lo mismo. Dentro del reglamento, todo es respetable. En especial si se enfrenta a una avalancha de fútbol como el Barça (¿cómo guarecerse de su diluvio de toques infernales...?). Ahora bien, el Milan no hizo mérito alguno para pasar a semifinales.

¿Por qué defendemos al Barça...? Por su honestidad futbolística, por su ética deportiva, por su brillantez y sentido artístico. Guardiola y su ballet están inculcando una idea a escala mundial: se puede jugar bien y ganar. Pero el que se divierte con el Milan está en pleno derecho, ¡adelante...!

Eso sí, los penaltis fueron.

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