Enrique Ponce Luque se llamó. Una de sus frases que lo caracterizaron fue aquella: “Soy azul porque cuando nací lo primero que vi en el cielo fue un azul profundo e inolvidable, por lo que he sido emelecista toda mi vida”. Así identificaba su amor al Club Sport Emelec.

Hasta hace no muchas semanas ingresaba al Capwell en su silla de ruedas con sus 92 años a ocupar el espacio tribunero en la sección de suites de la General Gómez. En el trayecto era saludado con los afectos que la hinchada le tributaba por su presencia. Era tan emblemático que la gente se le acercaba con unción y reverencia, como una luz que enmarcaba llena de alegrías y esperanzas.

Don Peche siempre contaba las historias y anécdotas desde cuando su padre, Alejandro Ponce Elizalde, fue el autor de los primeros estatutos de la institución azul, en 1928, y entonces se sentía heredero de esos amores irrenunciables.

Publicidad

Los transmitió a su hijo Alejandro (+), que fue presidente de la Comisión de Fútbol y también de la Asociación de Fútbol del Guayas, y cuyo nombre está perennizado en las canchas de la Asoc. Guayas, en el sur de Guayaquil. Y a sus otros hijos, como Roberto, quien también fue directivo del club guayaco, al igual que Ricardo.

Don Peche, como presidente eléctrico, logró los títulos de campeón en 1994, 2001 y 2002, y él mismo, en algún momento, nos contó unas de sus anécdotas como recalcitrante fanático de la enseña del Bombillo, cuando me decía que Emelec asistió al cuadrangular por la inauguración del estadio de Barcelona y se llevó la copa con el gol del uruguayo Rubén Beninca, pero en cambio, decía sonriente: “Deliberadamente no invitamos a Barcelona en nuestra preinauguración del Capwell en 1990, para no darles el gusto de la revancha”.

Don Peche fue el primer presidente de la primera Comisión de Fútbol del Emelec y posteriormente fue miembro de la comisión azul cuando esta estaba dirigida por Antonio Briz, Munir, Chafico y Fuad Dassum Armendáriz, y también se unía Samuel Felman.

Publicidad

También fue ministro de Defensa y varias veces diputado.

Entre mis anécdotas personales recuerdo que cuando joven frecuentábamos el famoso barrio de Boca 9. Los de menos edad nos reuníamos con los pioneros de ese barrio por donde Don Peche pasaba al mediodía o por la tarde para dirigirse a su club social, el Metropolitano. A veces se detenía a conversar con nuestro grupito, donde estaban Manuel y Cesáreo Carrera del Río, Enrique Jiménez Orrantia, Guido Chiriboga Parra, José Espinoza, Miguel Febres-Cordero y el que suscribe estas líneas. Nos trataba con deferencia especial y a veces nos decía que uno de nosotros no podía seguir en el grupo porque no era emelecista.

Publicidad

En la vida más adulta tuve relaciones empresariales. De su lado, con la Exportadora Bananera Noboa, y por el nuestro con Macosa, ligado a ellos con los sistemas de control contables, roles de pago y caja, y donde yo era ejecutivo y por eso trataba directamente con él. Nuestra afinidad era abierta y campechana, además había gran aprecio y afecto mutuo porque él era un caballero en el mejor sentido de la palabra.

En el sepelio de su hijo Alejandro estuvo abrazado conmigo en el cofre, llorando por el dolor más grande que puede sentir un padre cuando un hijo se va de nuestro lado.

Quiero llegar con un abrazo a todos sus hijos y familiares, y también me solidarizo con el dolor de esa gran hinchada del Club Sport Emelec, que lo quiso y lo quiere más allá de la vida y de la muerte.

Publicidad