Por Jorge Barraza (jbarraza@uolsinectis.com.ar)
.- La anécdota está contenida en un artículo del colega Cristopher Clarey, del The New York Times. Estaba entrevistando a Lord Sebastian Coe, recordado bicampeón olímpico inglés en 1.500 metros y actual presidente del Comité Organizador de las Olimpiadas de Londres 2012; de repente, Coe se distrajo viendo su teléfono con tanto interés que dejó de hablar. Perplejo, el entrevistador le preguntó si había pasado algo. "No, nada, solamente que me entró el resultado del Chelsea... ganamos... el fútbol es vida... el resto es mero detalle", respondió entre risas, para agregar: "Soy uno de esos aficionados al fútbol... Un mal resultado realmente hace impacto en mi fin de semana..."

Comprendemos a la perfección a Coe, nos vemos reflejados en él. A quien trate de entender por qué el fútbol ejerce esta fabulosa fascinación en miles de millones de personas habría que pasarle el Boca Juniors 4, Independiente 5 del domingo y luego decirle "Por esto".

Nuestra columna anterior versaba sobre la fortuna de haber elegido -y acertado- la semana anterior con tres partidos fantásticos: Barcelona 7, Bayer Leverkusen 1; Manchester United 2, Athletic de Bilbao 3 y Godoy Cruz 4, Nacional de Medellín 4. Oro puro los tres. Uno más excitante que el otro. Sin embargo, el domingo nos tenía reservada una emoción aún mayor, totalmente inesperada.

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No gustamos mucho del fútbol argentino actual, es demasiado luchado y poco lucido. Pero hallamos un auténtico Da Vinci detrás de una pared descascarada: ¡Boca 4, Independiente 5...! Tuvo absolutamente todo lo que se le puede exigir a un partido de fútbol. Emoción sin límites, resultado cambiante, goles electrizantes, dos equipos que se buscaron para herirse durante 99 minutos y fracción (lo que duró el juego con descuentos). Con La Bombonera a tope, como siempre.

A los 37 segundos ya ganaba Independiente 1-0. A los 6m, nuevo gol de los Rojos de Avellaneda. Luego empezó a machacar Boca y fue 1-2. Hermosa palomita de Farías y 3-1 arriba el visitante (a diferencia de muchos países, en la Argentina la condición de visitante es crucial, más en una cancha como la de Boca). Otra vez la multitud empujando a Boca y 2-3, 3-3... 4-3 arriba el cuadro azul y oro. Independiente parecía exhausto, como si ya no pudiera con su cruz. Para peor, se retiró lesionado su gran capitán Gabriel Milito, el alma del equipo.

Y así se fueron consumiendo los minutos hasta llegar a un final de infarto. Cuando el reloj indicaba 44 minutos 5 segundos, el goleador Farías metió un cabezazo de red y puso el ya inesperado 4-4. El juez marcó entonces 5 minutos de descuento, que se evaporaron entre un ataque y otro. Cuando el reloj daba 49 minutos 51 segundos, Independiente le dio un barniz histórico al clásico: Godoy cortó una bola en el medio con gran autoridad, la metió profunda para Farías, este hizo pasar de largo a Schiavi con un suave toque y, ya mano a mano con el arquero, la picó justa, golazo de emboquillada, de gran categoría. El resto es difícil explicarlo, vale imaginarlo.

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El banco de Independiente saltó como eyectado; se abrazaban los suplentes con los titulares, el médico con el masajista... Y en cientos de miles de hogares independentistas... Es la emoción al límite de lo que puede soportar un ser humano. El paroxismo. Un frenesí que ni el amor ni el sexo pueden igualar. Es del fútbol solamente.

Enfrente, 50.000 boquenses parecían un retrato de Antonio Berni, mudos, inmóviles, incrédulos, ni pestañeaban. Hasta instantes antes tenían el triunfo en el bolsillo, reían, cantaban, eran felices...

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Este relato no sirve si no se cuenta todo lo que lo rodeaba al partido. Boca e Independiente, en sus 107 años de vida, son los únicos que nunca descendieron en la Argentina. Boca venía puntero, campeón vigente, con un invicto de 33 partidos. Sólido. Producto de una férrea defensa, apenas le habían marcado 6 goles en los 23 cotejos anteriores. Y ninguno en el presente campeonato.

Independiente llegó a La Boca deshilachado, último, con 4 derrotas, cero puntos y un gol a favor. Hasta sin técnico, pues tras la última derrota, renunció Ramón Ángel Díaz. Incluso el entrenador interino alineó varios juveniles. Y además, comprometido con los promedios para el descenso.

Cuando Boca se puso 4-3, sus hinchas empezaron a cantar: "Se van para la B, se van para la B..." En el mismo momento del final, fue rotulado por todos los medios como un partido para la posteridad. Hasta lo festejaron los hinchas de los demás clubes, gente de Vélez, River, Estudiantes, hasta Racing inundó los foros en Internet para mandar mensajes celebrando el partidazo y la victoria roja.

Fue una de esas tardes que se recuerdan por treinta o cuarenta años, que se relatan luego a los hijos, a los nietos. El Rojo dejó una moraleja: la grandeza se puede adormecer, pero no muere nunca. Y como acertara el otrora gran atleta británico, "el resto es mero detalle..."

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