Durante la década del setenta los nadadores que éramos estudiantes universitarios en Estados Unidos debíamos, de una u otra forma, retornar a nuestras casas para la época de Navidad y fin de año. Eso preocupaba mucho a los entrenadores porque pensaban que algunos de sus nadadores no iban a tomar conciencia y que no harían el trabajo a ellos encomendado en esas dos semanas de vacaciones.