Ricardo Vasconcellos Rosado, brillante historiador del deporte guayaquileño, nos trajo a la memoria dos circunstancias especiales que se produjeron en días pasados. Una, cuando la directiva del Barcelona Sporting Club, que preside Antonio Noboa, reunió a los excracks de la divisa amarilla en un agasajo, y la otra sobre el histórico retorno futbolístico de Ferroviarios, de Durán, que jugará en la B.

Realmente más de una ocasión he escrito que cuando un futbolista de la primera división se retira de la vida deportiva, que es pública, normalmente, cae en la soledad más dolorosa. Jugadores que fueron mimados y aplaudidos en los altares del incienso se refugian en el olvido. Sugería ¿por qué no los recuerdan cuando por ejemplo el equipo de sus amores va a jugar un encuentro y no se los invita a dar el puntapié inicial y reciban el aplauso del respetable?

A todos esos exfutbolistas toreros homenajeados los vi trajinar sin excepción. Soy amigo de algunos de ellos por intervenir en el fútbol tantos años como deportista, dirigente y ahora que estoy con mi columna. Nuevamente tiro el guante y ojalá vengan otros tiempos. Todos los equipos deben tener presente a los que engrandecieron su divisa.

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Decir Ferroviarios, para nosotros, los de esta orilla, es decir Durán. El actual cantón nació como terminal ferroviario cuando comenzó a existir el tren Guayaquil-Quito que fue una belleza de transporte donde nos ilusionaban con viajes de Costa a Sierra, subiendo esa gigantesca obra maestra de ingeniería que es la Nariz del Diablo. Se viaja resguardados de lado y lado por un sendero de los impresionantes nevados de la cordillera occidental y oriental de los Andes ecuatorianos.

Regresemos al club Ferroviarios. Hay dos clases de recursos para viajar al pasado. El primero a través de la memoria y que lo traemos al presente por circunstancias coincidenciales, y el segundo, por parte de la investigación histórica.

Tengo buena memoria recordatoria. Por ejemplo, recuerdo que viví casi todo lo que escribió Vasconcellos del Club Ferroviarios, de Durán. Vi jugar básquet a casi todos los mencionados en la columna sobre ese equipo y sentía especial admiración por Gonzalo Aparicio, lamado Don Apa, que se desempeñaba como defensa, siempre con rodilleras negras y jamás se le alborotaba el cabello de pura clase que tenía.

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Recuerdo a Herminio García y al flaco y bigotudo de Samuel Cisneros. Y ni qué decir de Pablo y Pío Sandiford, el primero de ellos que llegó a jugar hasta una edad donde muchos ingresan al hospicio.

También recuerdo haber jugado fútbol profesional contra Ferroviarios cuando tapaba Bobby Bermúdez Tello, a quien alguna vez, en los juegos internos del colegio Vicente Rocafuerte, le metí un gol desde la media cancha. Son recuerdos por la edad que tengo.

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Pero en cambio, la nutrida información con que nos recrea el historiador Vasconcellos Rosado es más abundante, prolija y exacta por su condición de investigador. Si yo era adolescente cuando viví todo aquello, Ricardo a duras penas nacía. Pero en cambio hay que tener fe, muchas ganas, vocación por traer el pasado –que es base del presente– y meterse en las bibliotecas, archivos, los memoriales y los relatos verbales, para describir documentadamente la verdad histórica.

¿Cuántos días, semanas, meses, años, ha dedicado Vasconcellos a la recopilación de datos, informes y demás para deleitarnos con sus amenos, certeros y verídicos relatos?

El historiador Vasconcellos que nos hace recordar con fidelidad está en condiciones de escribir lo que investiga, no solamente del deporte guayaquileño, sino de cada uno de los clubes de cualquier deporte. Entonces digo yo, ¿por qué no le ordenamos que edite ese gran pasado documentadamente, como sabe hacerlo?

Sé que por petición de la Asociación de Fútbol del Guayas, Vasconcellos ha comenzado a escribir la historia del balompié de esta provincia. Pero ahora, a medio camino, ese organismo no se anima a dar el paso definitivo para que la publicación de esta obra se concrete.

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Es un desperdicio histórico no aprovechar que escriba esos datos que tiene bien guardados. Todo presente proviene del pasado y todo futuro se fundamenta en el presente. ¿Qué esperamos? ¡Por Dios santo!