Después de leer en Diario EL UNIVERSO la noticia de la salida de Iván Hurtado de Barcelona, donde se decía que se prescindía de los servicios del futbolista por parte del club, sentí la necesidad de expresarme al respecto.

Sabemos que en la vida una de las mayores injusticias es el paso del tiempo y el declive físico que este produce en los hombres, sin excepción; pero si además otorgamos mayor valor al tiempo que transcurre que a los hombres que lo transitan, entonces nosotros seremos también parte de la injusticia.

El caso de Bam Bam Hurtado, es emblemático en este aspecto. Es decir, no darle a las personas el reconocimiento que merecen en el momento adecuado.

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Con el afán de no participar también de ese proceder, apuré estas líneas para reafirmar lo que siempre he pensado: que Iván Hurtado es el mejor marcador central que he dirigido y uno de los más grandes que he visto. Sin duda alguna es el ícono de la evolución del balompié ecuatoriano en las últimas dos décadas, tanto por su talento, por su profesionalismo y su ética deportiva.

Iván es un jugador que ha representado a los ecuatorianos en el mundo llevando como bandera esas cualidades, por eso opino que hoy debe recibir un trato más prudente y humano de quienes otrora se regocijaron con sus hazañas deportivas y actualmente no son capaces de proporcionar a esta salida de Barcelona de otras condiciones y de otros procedimientos más honorables.

Me gustaría invitar a los ecuatorianos a no formar parte de esta frialdad y hacerle sentir a Iván lo que representa para nosotros. En lo personal, pienso que futbolísticamente tiene aún mucho para dar y creo en lo que todavía es capaz de hacer. Guardo en mi memoria muchas imágenes imborrables de su trayectoria deportiva.

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Me tocó hacerlo debutar en primera división en nuestro querido Emelec en 1992 (7 de marzo, ante Barcelona) y vivimos juntos la alegría de aquel campeonato logrado en Manta con su espectacular gol (1993), así como la tragedia del accidente automovilístico del que se repuso con tesón.

Después volví a dirigir a Iván en Barcelona, cuando ganamos la primera fase del certamen del 2002, pero más allá de estas experiencias siempre he seguido con admiración su carrera y no me canso de repetir que Iván debería haber jugado en algún equipo grande de Argentina o de Europa, principalmente por sus características ofensivas, su velocidad física y mental y por su pegada.

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Cuando veo a los defensores, incluso de Europa, que juegan apretando los dientes para alcanzar a un delantero, me acuerdo instantáneamente de Iván Hurtado y de la suficiencia y holgura con la que hace eso mismo. También cuando veo a los zagueros rechazar el balón a ninguna parte y pienso en el placer que siente Iván por tener la pelota en sus pies. Es cuando me confirmo a mí mismo lo que siempre he pensado.

Desde Argentina hago llegar mi agradecimiento público a Iván Hurtado por todo lo que nos ha dado en estos 20 años de carrera, pero también mi confianza en todo lo que aún nos dará en los próximos años, de no mediar exitismos cobardes y burocracias dirigenciales.