Por Jorge Barraza (jbarraza@uolsinectis.com.ar)
.- Verlo patear un penal ya era un espectáculo. Impasible, erguido, manos en la cintura, se paraba casi junto a la pelota, sin carrera; a la orden del juez daba un paso y, por lo general, la colocaba en la otra punta de donde iba el arquero. Sócrates fue el primero al que vimos ejecutar desde los doce pasos sin tomar envión, sin pegarle un cañonazo, con un toque suave.