Por Jorge Barraza (jbarraza@eluniverso.com)
.- "La Eliminatoria Sudamericana es la liga más difícil del planeta", dijo Tomás Rincón, fogoso volante venezolano que la mide con el torneo alemán, donde actúa con el Hamburgo. ¡Cuán acertada definición! Nadie puede jactarse de nada; nadie está exento de sustos, tropiezos y críticas. "El fútbol boliviano me da ganas de llorar", declaró con crudeza antes del partido Milton Melgar, aquel cerebral volante derecho que brilló en Boca. Luego le habrá dado ganas de reír: Bolivia hizo un partido muy decente frente a Argentina (o lo que queda de ella) en el gélido estadio Monumental, siempre tan grato a los visitantes.

'Chile humillado en Montevideo', tituló el santiaguino y popular matutino La Tercera. "Menos mal que fueron cuatro", suspiró su columnista Danilo Díaz en el encabezamiento. Chile ha recibido diez goles en tres partidos. Y la diferencia de gol puede resultar decisiva al final de una lucha tan apretada como esta.

Quien más, quien menos, todos están en una onda similar. El único que festeja en grande es Uruguay, lejos la mejor máquina de la carrera. Que además se despidió hasta junio con una tranquilidad exclusiva: nadie le puede arrebatar la punta. ¡Qué linda eliminatoria...! Pensar que cuando se decidió este formato de todos contra todos, en 1995, la prensa del continente puso el grito en el cielo: "Es un disparate", dictaminaron. Un disparate maravilloso.

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Estupor. Esta sería la palabra más exacta para definir el sentimiento general que invade, hoy, al fútbol argentino, causado por una selección inepta, que no consigue siquiera un triunfito de local ante Bolivia (ya le pasó en la Copa América). Nadie lo entiende. Teniendo a Lionel Messi, Gonzalo Higuaín, Sergio Agüero... Y ahí está la clave: la enunciación de figuras se para porque no hay más. Persiste la leyenda de la sobreabundancia, de que nada sobre un mar de petróleo. Inexacto: los demás son jugadores discretos, otros mediocres, malos, algunos muy malos. La TV hizo un primer plano del DT Alejandro Sabella cuando marcó el gol Bolivia: era la desolación, la confusión, la perplejidad, todo junto. Él también es responsable de esto. El martes, Colombia recibirá a una Argentina inerme, confundida futbolísticamente, de espíritu abatido y sin jugadores de calidad desde el medio hacia atrás. Barranquilla aparece como una boca de lobo para la albiceleste, que ha perdido toda su mística. Lo más homogéneo que exhibe es que son once con la misma camiseta.

Increíble. Pese a todo lo malo de su juego, Argentina pudo ganar. De hecho marcó un gol perfectamente válido que el juez ecuatoriano Carlos Vera anuló en forma insólita. Nunca lo habíamos visto. Messi encabezó un contraataque a gran velocidad, eludió a dos, el tercero lo derribó, la pelota le cayó a Higuaín y, como venía, la metió junto a un palo. Carlos Vera hizo volver atrás y cobró tiro libre por la falta a Messi, beneficiando al bando infractor. Aplicó la ley de ventaja exactamente al revés. Bolivia salió de la ventanilla como quien paga con un billete de mil y le dan vuelto de diez mil.

Grieta. Es la que se abre para algunos si Chile definitivamente se cae. Antes de iniciarse este premundial, todos presupuestaban un cupo para la Roja. Pero la ida de Bielsa, las críticas internas y ahora las nuevas indisciplinas de los futbolistas abren una rajadura por la que puede colarse otro aspirante. Si Chile no vence a Paraguay el martes, podría tambalearle el piso al técnico Claudio Borghi.

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Fenómeno. Luis Suárez. Sus cuatro goles a Chile no son noticia, sino confirmación: estamos frente a un jugador de época. Reúne toda la genética de Schiaffino, de Gigghia, de Pedro Rocha, de Alzamendi, Francescoli, Rubén Paz... De todos los grandes orientales de la pelota. Tiene la técnica del potrero, la picardía de la calle, el carácter de la estirpe charrúa. Ganador mil por mil, genera de la nada un gol, contagia a las tribunas, al resto del equipo, achica al contrario. ¿De qué juega...? De todo. Su sector es el campo rival, íntegro. Hoy es más crack que ayer, mañana será más que hoy. Crece por minuto. Y es un jugador sin prensa, con marketing cero.

Realidad. En Asunción, Ecuador confirmó que ante Venezuela había enfrentado a un equipo "B". Todo lo demás va a ser más difícil que aquella agradable tarde quiteña.

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Apatía. Ante un Paraguay que llegaba caído, era la gran ocasión ecuatoriana de arrebatarle los primeros puntos en el Defensores del Chaco. Faltó un poquito de cada cosa: determinación, juego, delanteros con gol. Se sintió la ausencia de Cristian Benítez (Félix Borja está en otro nivel); Christian Noboa, Christian Suárez y Luis Saritama no generaron fútbol ni fueron compañía para Antonio Valencia. No fue una actuación para dramatizar, tampoco para esperanzarse.

Aérea. Paraguay volvió a su vieja táctica guaraní: centro y centro, carga de la montonera, cabezazo o atropellada. Así fueron sus goles. Meritorio lo de Francisco Chiqui Arce. Logró poner de pie a la albirroja, que parecía hundida irremediablemente. Y halló dos excelentes recambios: Víctor Ayala (excepcional pateador) y Richard Ortiz (puro coraje).

Satisfecho. Fuera de Uruguay, el único verdaderamente conforme es Perú. En su fecha libre no se le escaparon en la tabla, tuvo días extra para ensayar, está descansado y comprobó que todo sigue parejo, a su alcance. Va a ser tremendo rival el martes. El tiempo en que Ecuador le ganaba de local y de visita parece haber expirado.