Se los ve a diario y por todos lados. En calles céntricas y periféricas, en las afueras de estadios y parques y de entidades públicas y privadas.

Son niños, adolescentes, hombres, mujeres y ancianos que llevan a cuestas carretas de comidas, bolsos, mochilas, canastas o fundas con herramientas o productos, que van desde gaseosas y agua hasta mercancías variadas como ropa y juguetes.

Ellos son los llamados trabajadores informales, que están en las calles del país ante la negativa de encontrar un empleo estable, que cubra expectativas básicas, como las de Daniela, de 16 años, que ansía ganar más de $ 100 mensuales (pese a que el sueldo básico es de $ 264) para costearse su alimentación y la de su familia, así como terminar la primaria que dejó a medias en su natal Riobamba por la necesidad de conseguir dinero para sobrevivir.

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Por eso optó por el comercio informal. Un saco de ajos que compró en $ 35 en el mercado Montebello, en Guayaquil, es su única fuente de ingreso en una feria en Flor de Bastión. Por esta venta percibe $ 15 semanales, en promedio. No es la primera vez que está en Guayaquil, como muchos jóvenes de su provincia que –dice– migran en busca de un empleo estable. Daniela viene a esta ciudad cuando la situación en el campo se agrava.

En Riobamba –añade– no puede estar ni como empleada doméstica, porque le pagan entre $ 50 y $ 70 al mes, pese a que hay una legislación que las protege. Pero no hay control, dice.

En Guayaquil a Daniela le han cerrado las puertas en áreas “más formales”. “Fui a la Bahía a buscar trabajo para ayudar en ventas, pero me dicen que debo tener título de bachiller y experiencia”, se queja la muchacha.

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Ella se considera desempleada y sobreviviente por las actividades que hace para “ganar el pan del día”. Pero con el esquema que maneja el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) sería considerada como subempleada, dentro del rango de los ocupados.

Esto porque en los parámetros de las encuestas del INEC son ocupados quienes trabajaron al menos una hora en la semana de referencia del sondeo.

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Mientras que si un ciudadano quiere aumentar “la duración o productividad de su trabajo (40 horas semanales)” y gana por debajo del sueldo básico unificado (menos de $ 264) pasa al rango del subempleo.

Este, a su vez, se divide en visible y en otras formas de subempleo, según el INEC que –asegura– se basa en la metodología de la Organización Internacional de Trabajo (OTI).

Con estos parámetros, en el tercer trimestre de este año, la tasa de desempleo de septiembre en el área nacional urbano se ubicó en el 5,5%, la más baja desde junio del 2007, de acuerdo con la evolución por trimestre que presenta esta entidad.

El sondeo trimestral se aplica en 127 centros urbanos (a 6.876 viviendas), según la entidad, pero en la página web del INEC (www.inec.gob.ec) solo se publican los resultados de las ciudades de Quito, Guayaquil, Cuenca, Machala y Ambato porque en estas localidades se tiene una muestra grande, afirman los funcionarios del Instituto.

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Con esta tasa del 5,5% de desempleo en septiembre, una mayoría de la población tiene trabajo, pues la tasa de ocupados plenos está en el 47,9% (la más alta desde junio del 2007) y la de subempleo bruta, en 45,7%.

Pero en las calles aún se ve a desocupados que con sus hojas de vida en mano hacen filas en empresas y pequeños negocios tratando de aspirar a “cualquier empleo”, como Henry Suárez, de 38 años, quien repartió en un jueves de septiembre unas quince carpetas en esta ciudad.

“Hasta mis hijos (de 15 y 17 años) tienen que salir a vender en las tardes los pasteles que su mamá hace. Busco trabajo de cualquier cosa. De cargador, guardia, pintor y no hay”, declara el hombre, quien aprendió el oficio de mecánica automotriz.

Su situación es similar a la de decenas de encuestados por este Diario que buscan empleo por múltiples formas: en empresas entregando carpetas, por e-mail (por donde envían sus correos), en internet, en clasificados de medios de comunicación y hasta por mensajes de celular.

Diario EL UNIVERSO hizo una encuesta a 100 personas en las calles de Guayaquil (estudiantes universitarios y mayores de 40 años) sobre empleo, y el 68% aseguró estar buscando empleo porque necesitan dinero, ya que atraviesan situaciones difíciles, pero no encuentran.

Analistas como Walter Spurrier consideran que en Ecuador hay un problema crónico de desempleo, ya que las cifras que emiten los gobiernos “no suelen dar la explicación completa de lo que sucede”.

Él y otros de sus colegas coinciden en que las tasas del INEC no reflejan la realidad del país por algunos factores. Uno es la variación de la Población Económicamente Activa (en edad de ser productivos) sobre la cual se calculan los porcentajes para las tasas de desempleo, subempleo y ocupados, lo que no significa que hayan aumentado las plazas de trabajo.

Según cifras del INEC, la PEA se ha incrementado en el país. Pasó de 7’519.181 personas en el 2008 a 7’756.447 en el 2009 y a 7’958.942 en el 2010.

Pero los cálculos para determinar la ocupación, el desempleo y subempleo se hacen bajo un rango menor de habitantes, pese a que la población aumenta. Además el INEC incluye solo en la PEA a aquellos que estén ocupados (en cualquier tipo de actividad) o que busquen constantemente trabajo.

Así, de acuerdo con el número de hogares encuestados por el INEC, la PEA (sobre la cual calculan ocupación, desempleo y subempleo) pasó de 4’383.513 personas en el cuarto trimestre del 2008 a 4’342.647 personas en el 2010.

Según un estudio del grupo Spurrier, unas 88.550 personas dejaron de ser consideradas como parte de la PEA en el cuarto trimestre del 2010, pese a que tienen la edad suficiente para generar productividad con alguna actividad. Tampoco se considera en la PEA a quienes dejaron de buscar trabajo porque se cansaron de no encontrar.

El grupo Spurrier menciona que la PEA varía a un ritmo distinto al del crecimiento poblacional del país, que tiene 14’483.499 habitantes, según el censo poblacional del 2010.

David Vera, director de Metodología del INEC, indica que como parte de la PEA se reconoce a las personas de diez años en adelante, pero no todos son incluidos en esta cuando se calculan las tasas trimestrales.

“Si una ama de casa responde: ‘Yo sí quiero trabajar, pero no estoy haciendo acciones concretas para hallar trabajo’, antes (en el 2006) se la incluía en la PEA, pero en la actualidad (a partir del 2007) se la deja en la Población Económicamente Inactiva (PEI)”, detalla Vera.

Con esto, según el analista Pablo Dávalos, no se puede medir el trabajo, sino el empleo del tiempo de las personas. Esa sería una de las falencias –afirma– pues esos parámetros no les permiten definir las franjas exactas de empleados, desempleados y subempleados.

“Para ser considerados como desempleados deben estar sin trabajo”, recalca Dávalos. Ante ello, muchos se ven obligados a laborar en la calle porque se cansaron, les cerraron las puertas en empleos formales y porque desistieron en la búsqueda de trabajo. Ellos no estarían en el rango de desempleados.

Según la exministra de Economía, Magdalena Barreiro, en el mercado hay “una tendencia ligeramente positiva, pero no un cambio estructural del empleo”, pues cerca del 50% de la gente (suma de desempleados y subempleados) vive del día.

Barreiro agrega que con la política económica actual no ve hecha realidad la crítica que los partidarios de la “revolución ciudadana” hacían a los neoliberales, que se enfocaban únicamente en el crecimiento de la economía, sin que distribuyan ese crecimiento con empleo.

De acuerdo con estudios que Barreiro hace a grandes empresas del país, estas reportan incrementos importantes de utilidades debido al crecimiento del consumo privado que está entre el 7% y el 8% anuales, pero eso no significa que aumenten nuevas plazas de trabajo.

Con ella coincide el analista Pablo Lucio Paredes, quien agrega que, pese a que el Estado tiene mayores ingresos con los excedentes del petróleo, no ha existido un cambio significativo en la reducción del desempleo, pues del 7,9% pasó a una tasa del 6,1% en junio pasado.

Paredes enfatiza, además, que el mayor generador de empleo ahora es el mismo Estado (sector público), no así el privado, que inyectaría mayores ingresos, pues el Estado hace todo.

Barreiro señala también que existe una gran volatilidad en los datos (del INEC) de un trimestre a otro, pues el desempleo cae en diciembre, sube en marzo y vuelve a caer en junio.

La PEA también varía y se reduce en las muestras de las cinco ciudades que se exponen, en donde la tasa más alta de desempleo se registra siempre en Guayaquil, como en septiembre que se ubicó en 5,7%, mientras que Quito obtuvo la tasa de desempleo más baja, con el 4,2%. Y en el subempleo, la capital tiene el 29%, y esta urbe, el 44,3%.

Desde diciembre del 2007 hasta septiembre pasado, Quito (donde está la mayoría de dependencias del Estado, como los ministerios del Gobierno) reporta las tasas más bajas de desempleo en comparación con Guayaquil.

Esto incluso ha sido alabado por el propio presidente Rafael Correa, quien en sus intervenciones destaca la disminución del desempleo en su Gobierno. Mas no así las formas de cálculo ni la población considerada por el INEC.

Así, la PEA del INEC para el cálculo de las tasas se fue reduciendo en este año, mientras que la de Guayaquil aumentó. Un ejemplo: En Quito, de 799.584 de la PEA en marzo, bajó a 779.338 en junio y 766.169 en septiembre; mientras en Guayaquil, de 1’113.035 en marzo aumentó a 1’114.181 en junio y a 1’168.644 en septiembre.