El jueves 27 de octubre, en Asís se realizó un encuentro interreligioso por la búsqueda común de la paz. Se recordaba, además, que hace 25 años, el papa Juan Pablo II, a pesar de las críticas y de la oposición, convocó la primera reunión en el mismo lugar.

Esta vez asistieron trescientos dignatarios religiosos, entre ellos doscientos no cristianos y, además cuatro intelectuales no creyentes.

Hubo muchas intervenciones, pero no oraciones comunes, se trataba de mantener la unidad dentro de la diversidad en esa reflexión conjunta sobre la paz, la no violencia y la convivencia solidaria.

El papa Benedicto XVI, que fue el anfitrión, destacó: “Este encuentro es representativo de los miles de millones de hombres y mujeres que en el mundo están activamente comprometidos con la promoción de la justicia y de la paz” y tuvo palabras especiales para los no creyentes: “Expreso mi gratitud a quienes representan a personas de buena voluntad sin tradición religiosa pero comprometidas con la verdad”.

Sin duda, un anhelo compartido por la humanidad es la posibilidad de vivir en paz, de que los seres humanos, nazcan, crezcan, vivan y mueran en un ambiente de paz, que les permita su propia realización.

Pero la paz no es solo ausencia de guerra, es la vivencia de un mundo de respeto mutuo, sin discriminaciones ni exclusiones, en el que cada ser humano desarrolle su identidad y acepte la del otro.

La paz es también la justicia en todos los aspectos, esa que en una definición elemental se considera que es dar a cada uno lo que le corresponde y, la pregunta es ¿qué es lo que le corresponde a cada uno? La respuesta que no tiene margen de error es que lo que le corresponde a todos y a cada uno es lo que le permite vivir con la dignidad propia de la condición humana.

Un mundo de paz es un mundo transparente, en el que la verdad no tiene disfraces y está en el centro de las relaciones interpersonales.

Por todo lo anterior, la conquista de la paz es siempre colectiva, es tarea común, que muchas veces en la historia se ha roto por intereses particulares que olvidaron la solidaridad, otras por disputas económicas y varias veces por intolerancia, por la negación de lo diferente, por el ánimo de imponer una idea hegemónica negando el derecho de los otros a pensar diferente y siempre por el irrespeto a los derechos de los demás.

La tarea es de todos los seres humanos, más allá de las diferencias y, por supuesto, más allá de la reunión de Asís, que bajo el lema “Peregrinos de la verdad. Peregrinos de la paz”, nos mostró que reunirse frente a un ideal común es posible, aunque se pertenezca a diversas culturas, ideología y religiones. Lo expresó Benedicto XVI: “Aprender a vivir respetando la identidad del otro. La defensa de la libertad religiosa, en este sentido, es un imperativo constante; y el respeto a las minorías, una señal indiscutible de verdadera civilización”.