El doctor Richard Páez, médico y entrenador de fútbol, recuerda al 10 de agosto de 1975 como el día más triste de su vida deportiva. Por la Copa América, Argentina le aplicó un impiadoso 11-0 a Venezuela. Richard, un “8” elegante, fue uno de los once vinotintos que soportaron esa tremenda desventura. Y conste que César Luis Menotti, entonces conductor albiceleste, alineó solo a una selección “santafesina”, pues eran casi todos elementos de Newell’s y Central y tal era el océano de distancia que separaba en fútbol a la patria de San Martín de la de Bolívar. Claro que entre aquellos santafesinos estaban Hugo Gatti, los hermanos Killer, Mario Kempes, Leopoldo Luque, Américo Gallego…

“Sentí tanta vergüenza ese día… Las diferencias de aquel entonces entre Venezuela y las potencias eran abismales”, cuenta Richard.

Pasaron inviernos y primaveras, soles y lluvias, amaneceres y atardeceres. Y el martes 11 de octubre del 2011, Venezuela vivió su noche de gloria, su gran desquite al vencer por primera vez a Argentina por 1 a 0. Ya había vencido a Uruguay 3-0 de visitante en una Eliminatoria. Y a Brasil en un amistoso. Sin embargo nunca había podido arrancarle un punto a la selección albiceleste. El hito no tiene nada de casual. Si el técnico Farías no reincide en otro experimento como el que le costó los tres puntos frente a Ecuador, esta Vinotinto está para grandes empresas. Y en eso sí le cabe el mérito a su entrenador. Ha conformado un grupo ganador, aguerrido, con buen fútbol y una mentalidad para intentar cualquier hazaña.

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También se vio favorecido por la decepcionante prestación de Argentina (una más), que mereció llevarse algún otro gol de castigo. “Estamos cansados”, tituló en su portada el diario deportivo Olé, resumiendo el sentir de todos los hinchas, hartos de su equipo nacional. “Un cachetazo tras otro”, encabezó La Nación. ¿Qué está sucediendo con estas demacradas selecciones argentinas de los últimos años…? Han perdido el brillo, el juego, el orden y hasta la mística, el ardor con que sus jugadores defendían la camiseta. ¿Cuál es la razón…?

Básicamente, una gran confusión envuelve al fútbol argentino, manifestada en varios factores concurrentes.

* Técnicos. Desde la partida de Marcelo Bielsa y luego de José Pekerman, no ha habido un entrenador lo suficientemente capaz para armar un equipo ordenado y victorioso, con un volumen de juego que despejara cualquier duda. El último destello de gran categoría lo tuvo con Basile en la Copa América 2007. Desde ahí, fue una frustración tras otra. Ya la anterior clasificación al Mundial resultó angustiosa. Y la designación de Maradona, un horror.

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* Visitante-visitante. Jugar en Argentina ya no representa un problema para los rivales. Por el contrario, es placentero. No sufren de calor ni de altura ni de humedad. Se juega en el Monumental de River, un estadio que no genera clima, tiene el campo muy separado de las tribunas y al que se le ha reducido la capacidad de casi 100.000 que tuvo en alguna época a las 40.000 actuales. Además, el aficionado que va no es el hincha del campeonato local. Ni se siente el aliento. En cambio Argentina es más visitante que nadie. Por el público y porque todos le juegan con una animosidad que siempre incide en el desarrollo y en el resultado. Esa hostilidad no la recibe ningún otro rival.

* Carencias. Todavía hay voces que sostienen que Argentina puede armar tres selecciones, por su siempre prolífica cantera. Error. Sobran delanteros, sin embargo de tres cuartos de cancha hacia atrás hay un déficit alarmante. Hay una verdad inexorable: en fútbol, el que defiende mal, pierde. Y con defensores y volantes de corte mediocres, lo más seguro es cumplir con ese axioma.

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* Mérito. Se ha perdido la idea del mérito, por la cual un futbolista era convocado a la selección. Entra cualquiera. Jugadores que ni actúan en sus clubes o que no han destacado en absoluto son convocados. Un caso típico: el lateral izquierdo Rojo. Nadie sabe por qué está ahí, pero es titular inamovible.

* Entrega. “Sabíamos que si queríamos ganar este partido teníamos que jugar al 101%, y así lo hicimos”, confesó Fernando Amorebieta, autor del gol venezolano. Esa consigna hace tiempo la perdió Argentina.

* Nombres. Ante cada nuevo cachetazo que recibe Argentina, todo el ambiente habla de sistemas, de estilos, de ideologías. Nadie hace nombres. Daniel Bertoni, campeón del mundo 1978, se atrevió luego de la derrota ante Venezuela: “Yo pensé que después del Mundial que hicieron, Demichelis, Otamendi, Jonás Gutiérrez no iban a volver más a la Selección, pero están...”. Lo mismo sucede con Mascherano, un burócrata del medio campo. No marca, no crea juego, no patea, no cabecea, no transmite. Pero desde hace diez años, es titular en todos los partidos con todos los técnicos. En realidad se puede hacer una lista de actores impresentables. Sergio Batista arrancó la Copa América con Lavezzi y Tévez de titulares; dejó en el banco a Higuaín, Agüero, Milito, Di María y Pastore. Así es difícil salir campeón. Aunque el sistema sea brillante (que tampoco era).

Es un cúmulo de desaciertos encadenados. Pero peor que ello, existe una tozuda persistencia en el error. Y en un nivel de paridad futbolística como el que impera en el mundo (y muy especialmente en Sudamérica), son demasiadas ventajas. Nadie habla de cambios. Va a resultar complejo reunir 25 puntos. Sabella es serio y, al parecer, trabajador. Deberá demostrar si además es inteligente.

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Un tango melancólico le pone música de fondo a esta selección: “Te acordás hermano, qué tiempos aquellos, eran otros hombres, más hombres los nuestros…”.