La noche del 15 de agosto pasado, en el Comerick Park, frente a los Tigres de Detroit, el bateador zurdo Jim Thome, de los Mellizos de Minnesota, disparó el jonrón número 600 de su carrera de 21 años en las Grandes Ligas.

Esta marca lo coloca como el octavo mayor jonronero de todos los tiempos, por debajo solo de Barry Bonds (762), Hank Aaron (755), Babe Ruth (714), Willie Mays (660), Ken Griffey Jr. (630), Álex Rodríguez (626), Sammy Sosa (609), Jim Thome (600), Frank Robinson (586), Mark McGwire (583), Harmon Killebrew (573), Rafael Palmeiro (569) y Reggie Jackson (563), entre los principales.

El logro de Thome no tuvo, inexplicablemente, la connotación, el brillo ni el ruido de otras marcas de menor valía. Por ejemplo, cuando Derek Jeter, de los Yankees, pasó los 3.000 hits. Una hazaña muy repetida, fue mucho más comentada y destacada, ganó portadas y primeras planas de los medios de comunicación especializados.

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Thome es un pelotero de 40 años, de vida tranquila, sin escándalos ni excentricidades. Siempre alejado de las luces y las bambalinas, aunque siempre llegó a equipos que no peleaban por ganar campeonato ni llegar a la Serie Mundial. Nunca ha terminado en el podio de una votación como el Jugador Más Valioso y solo en cinco ocasiones asistió al Juego de las Estrellas.

Nunca se conoció que estuviera involucrado en actos indecorosos. Nada de vestir extravagante, melenas raras, aretes adefesiosos, grotescos tatuajes o mal uniformado, con las bastas arrastrando. Es un pelotero “retro”, a la usanza clásica; se coloca las medias altas, por encima del pantalón.

Ninguna vez dio positivo en controles antidopaje, a diferencia de las “estrellas” que escandalizaron e hicieron temblar los cimientos mismos del juego. Más bien, Thome siempre estuvo alejado de la polémica. Y ha sido un ejemplo de sencillez, moralidad y los 600 cuadrangulares llenan de alegría a las personas que siguen creyendo en la pureza del deporte.

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Esta era de los esteroides, entre 1995 y el 2003, los años de grandes cañoneros como Sosa, Bonds, Palmeiro, Thome, Rodríguez, Marc McGwire y Manny Ramírez, todos, salvo Thome, estuvieron involucrados con sustancias prohibidas que estimulaban el rendimiento.

Thome es un gigante en toda la extensión de la palabra. Mide más de 1,90 metros y pesa más de 120 kilos. Sus brazos son tan largos como la zona de strike, sus cuadrangulares kilométricos, su swing de golfista de abajo hacia arriba es elegante. Su paciencia en el plato le ha permitido que siempre le den varias bases por bolas o lo ponchen, muchas veces con la cuenta de tres bolas y dos strikes.

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La mejor época de Thome vino después, a partir de los 33 años, y a unos meses de llegar a los 41, necesitó 8.167 turnos al bate para llegar a su hazaña.

Estos 600 cuadrangulares son su mejor recompensa y no quería dejar pasar por su importancia. Su aporte al deporte también le servirá para ir al Salón de la Fama, después de cinco años de su retiro.