Inmediatamente después de la Copa América nos zambullimos durante 23 días en el excelente Mundial sub-20 hospedado por Colombia. Vimos una porción importante de partidos. La sempiterna facilidad (y vocación) para el gol de los brasileños. El fútbol defensivo y rocoso de los portugueses (llegaron a la final sin goles en contra). La ilusión colombiana que chocó de frente y a velocidad contra el muro mexicano. El insólito equipo inglés, que se marchó del torneo sin alcanzar la red adversaria. El insospechado crecimiento de México, que comenzó en bajas calorías y dio una prueba de carácter fantástica ante el anfitrión. La cantera de España y el semillero de Argentina, que siguen produciendo a destajo y se volvieron invictos a casa. El sinuoso camino de Francia, que arrancó goleado 4 a 1 por Colombia y llegó a semifinales. El siempre extraño e indescifrable fútbol africano, que un día parecen superhombres y al siguiente pierden por inocentadas elementales.