Los violentos hooligans, que tanta muerte y destrucción sembraron en Europa el siglo pasado, renacen hoy en el espíritu perturbado de un director técnico al que el Real Madrid contrató para conquistar un título y terminar con el apabullante dominio de su odiado rival: el excelso FC Barcelona, que va camino a ser (si no lo es ya) el mejor equipo de la historia del fútbol mundial. Es el ballet Bolshoi del césped que hace aparecer a sus rivales, incluido el Madrid, como una comparsa de curiquingues.

¿Cómo frenar a este equipo catalán que tiene la fantasía y la precisión con que interpreta la Filarmónica de Londres la mejor sinfonía de los grandes maestros? Pegando, interrumpiendo el juego con recursos selváticos, apagando la luz de la inteligencia a fuerza de hachazos asesinos.

En el 2002, en la capital española, en la librería deportiva de Esteban Sanz Martínez, compré un libro que desde entonces leo con deleite en cada ocasión. Se llama Salvajes y Sentimentales y fue escrito en el 2000 por el gran novelista y ensayista español Javier Marías, un fanático merengue.

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Se trata de una lectura deliciosa donde Marías desmenuza al Barcelona (el de antes de Josep Guardiola), acostumbrado a ver ganar Copas en sucesión a los madrideños. “Se dice que los madridistas no sabemos perder, y nada más cierto, no estamos acostumbrados a ello”. Y continúa sobre los catalanes: “El Barcelona ha sido tradicionalmente un equipo exquisito y melancólico, con jugadores delicados dados a la depresión”.

El Madrid fue siempre un equipo caballeroso. El mejor del siglo XX, según las estadísticas internacionales. Pero ahora es tanta la vergüenza que hasta Marías salió a criticarlo. En un artículo titulado ‘Un chamán de feria’, publicado en el diario El País, en mayo pasado, el académico afirma: “El Madrid no se quejaba bajo ningún concepto. Si se le anulaba un gol injustamente, era un lance o un azar del juego y había que meter otro, eso era todo. Lo mismo en lo que respecta a penaltis pitados o no pitados, a expulsiones rigurosas o injustificadas, a lesiones de jugadores fundamentales. El Madrid seguía atacando con diez o con nueve, no se daba por vencido, casi ni admitía un empate, sobre todo en su propio feudo”.

Sobre los técnicos de la época del pudor madridista sostiene: “Sus entrenadores podían tener más o menos talento, pero solían saber dónde estaban y eran educados. Aquí no se buscan excusas, aquí no se protesta, se acepta la derrota cuando el otro ha sido mejor o la suerte no ha acompañado. Se intenta el triunfo siempre, aunque se corra el riesgo de salir goleado; aquí nunca se siente uno vencido de antemano. Ese ha sido mi Real Madrid desde que tengo memoria futbolística”.

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Con evidente dolor Marías reconoce: “(Florentino Pérez, presidente blanco) será un lince para sus negocios, qué duda cabe, pero está demostrando ser un hombre poco inteligente para haberse entregado a un chamán de feria como Mourinho, alguien mucho menos inteligente aún que él. Un individuo que no sabe de fútbol y al que el Madrid le trae sin cuidado, que no tiene reparo en traicionar su centenaria tradición y en arrojar sobre él una mancha que se hará difícil borrar”.

Y reniega Marías: “Lo que no puede ser es que el propio equipo dé vergüenza, en el campo y fuera de él. Se le toleran el juego pobre y el escaso acierto, pero no un entrenador omnipotente, omnipresente y malasangre. Un quejica que acusa a otros siempre, un individuo dictatorial, ensuciador y enredador, soporífero en sus declaraciones. Nada inteligente, mal ganador y mal perdedor”.

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No sabemos si la UEFA, con la experiencia de las tragedias provocadas por los hooligans, pondrá un freno definitivo a Mourinho, responsable de repetidas vergüenzas y culpable de mandar a pegar sin piedad a verdugos obedientes como el matarife Pepe, Carvalho, Ramos y Marcelo. Mourinho juega con fuego y la UEFA deberá sofocarlo o auspiciar la hecatombe que se aproxima.