Por Jorge Barraza (jorge.barraza@conmebol.com)
.- De cómo un país queda atrapado en una maravillosa red de ilusión y orgullo, de cómo entra en ebullición cada ciudad que alberga los juegos, de eso se trata esta nota: del Mundial sub-20 que mantiene a Colombia en estado de gracia. Uno tiene sus aprensiones por escribir de la felicidad asociada al fútbol, pueden saltarle encima con la consabida acusación de promover el "pan y circo". No es bueno, al parecer, que un país esté contento a causa de menesteres menores como el fútbol. Suena pecaminoso. En cambio debe ser feliz por el Producto Interno Bruto, por la marcha de la educación, de la salud, de la seguridad. Pero es que estas prioridades de una nación transitan por caminos diferentes al deporte, al entretenimiento. Y si la gente es feliz por el fútbol, bueno... ¿Por qué evitarlo?