Por Jorge Barraza (jbarraza@sinectis.com.ar)
.- Para Perú fue lindo mientras duró... Pero Suárez rompió el encanto. Despertó abruptamente a un país que soñaba con un domingo de gloria. Sin embargo, el choque con la realidad no logra empañarle a Perú lo vivido, lo logrado (jugar los seis partidos, el podio), la reconfortante experiencia de saber que está de vuelta. No le da para bailar a nadie, tampoco para hacer papelones. Como comienzo, es auspicioso. La incaica ensoñación se truncó frente a un equipo hecho. Y derecho. La gran obra futbolística del maestro Óscar Tabárez, ahora sí candidato indiscutible al título en esta Copa América. En la gélida noche de La Plata, a Perú le quedó todo en el haber, alegrías, certezas, ilusiones, nada para lamentarse. Es uno de los que está de vuelta, como Colombia, como hace cuatro años fue Chile.

Peón cuatro dama - Peón por peón... Tabárez y Sergio Markarián, dos ajedrecistas, plantearon una partida en la que nadie regaló ni un fósforo. Si Diego Forlán pedía fuego, Wilmer Acasiete le hubiese dicho "no fumo". Cerrado todo, estudiado al máximo. Y está bien, era el juego que podía permitirse Perú. Hacerse el loco podía costarle caro. En ese terreno, se lo vio ultracauteloso, intentando conversar el partido, entretener a la fiera, que pasara lo menos posible y corrieran los minutos.

Pero a Uruguay, cuando sale de la trinchera y se ve obligado a atacar, también se le complica un poco. Claro que es un producto acabado, de notable confiabilidad, domina los momentos, sabe defender y, aunque no es una tromba ofensiva (ataca lo justito, ni un poquito más, se siente cómodo esperando y saliendo de contra) lástima porque tiene dos delanteros espectaculares como Forlán y Luis Suárez (candidato a mejor jugador de la Copa). Dos demonios. Contra ellos dos está prohibido cometer errores. Y el arquero Fernández, sin querer, lo hizo. Quiso atrapar una pelota que se iba afuera, dejó servido el rebote y Suárez, picante, rápido, madrugó a los centrales, ganó en el pique y la clavó abajo desde un ángulo difícil. Aunque a los cracks todo se les simplifica.

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"Las que van al ángulo déjalas, pero las que van afuera no las metas adentro", decía Pancho Villegas. Raúl Fernández no lo conoció. La falla individual es un elemento que un técnico no puede controlar, así como no se pueden gobernar los movimientos del adversario. Y el tipo de error que cometió el arquero colombiano Luis Martínez, que le dio al propio Perú el pase a semifinales.

Lo que no podía hacer la bicolor era estar en desventaja, porque sabía que iba a ser complicado levantarla. Y ya estaba. Es muy difícil darle vuelta un partido a un equipo tan bien armado, tan aceitado como el uruguayo. Le sobran jugadores inteligentes y luchadores. Y técnicos. Y mañeros. Anda con suerte, además: Lugano le metió un codazo de expulsión a Paolo Guerrero, el juez dijo amarilla. Cuando Juan Vargas aplicó el codo también, fue roja. Está en un momento en que saben regular el ritmo, cuándo apretar, cuándo refugiarse o salir. Atraviesa la etapa de la sabiduría. Es un cuadro joven (26 años de promedio, perfecto) y con gran experiencia, hecha con triunfos y satisfacciones además. Y sobran los buenos: el arquero Fernando Muslera (se agrandó después del Mundial), los laterales-volantes Maxi y Álvaro Pereira (fenomenales, no paran nunca, marcan y juegan). La dinámica de Uruguay le permite jugar sin un "10", los espacios se crean solos al moverse constantemente. Y dos mastines en el medio que son Diego Pérez y Arévalo Ríos (o Walter Gargano).

No es nuevo esto de Uruguay: en mayo del año pasado aventuramos que sería la gran sorpresa del Mundial. Es el mejor equipo celeste de los últimos 61 años, o sea del Maracanazo hacia acá. Uno de los 4 cupos y medio de la Eliminatoria es de Uruguay. No se lo saca nadie.

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Los dos centrales peruanos, Acasiete y, sobre todo, Alberto Rodríguez, que habían lucido muy bien en el primer tiempo, muy atentos, expeditivos cuando la urgencia reclamaba y saliendo por bajo cuando no había moros en la costa, tuvieron una distracción en el minuto 57, Álvaro Pereira puso un balón magistral al vacío y dejó de cara al gol a Suárez. Este, con campo y pelota dominada, definió a gusto. Para él es más complicado tomar un helado sentado en una plaza que hacer ese gol. Eludió a Fernández y tocó suave a la red.

Ahí terminó el partido. Y por si quedaba alguna duda, Vargas se hizo echar de gusto minutos después. Ya no quedaba nada más por hacer.

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Fue digno, de todos modos, lo de Perú. Markarián ha operado un milagro de fe. Sacó a esta selección de las napas más bajas de América y la puso entre las cuatro primeras de esta exigente Copa América. Es mucho. Ha descubierto jugadores, recuperado otros. Ya sabemos que nadie arrollará a Perú en la próxima Eliminatoria. También que dará combate. Eso sí, que nadie crea que ya está en el Mundial. Hay otras ocho selecciones bravas y todas se sienten en condiciones de obtener un lugar. Ecuador y Bolivia, que se fueron rápido, también darán fiero combate.

Para no incurrir en nuevos desencantos deberá Perú moderar sus expectativas, ir despacio, trabajar mucho, esperar el surgimiento de nuevos valores, el retorno de Jefferson Farfán y Claudio Pizarro. Nos preguntamos por qué no jugó Willian Chiroque de entrada, pero Markarián sabrá. Hasta que no se demuestra fehacientemente lo contrario, siempre respetamos el principio de que los técnicos saben más que nadie. Deberá aparecerle a Perú algún volante de clase que lidere el medio... Aunque son más las buenas que las otras.

El tercer puesto sería un broche de lujo para este auspicioso comienzo competitivo. La noticia de fondo es que hay técnico y hay equipo. Desde esa plataforma, todo puede mejorar.