En el béisbol existen algunas premisas que siempre se cumplen. Cuando hay buenos lanzadores desaparecen los grandes bateadores adversarios.

Eso fue lo que ocurrió el 12 de julio pasado en el Chase Field de la ciudad de Phoenix, en el caluroso estado de Arizona, al que concurrieron 47.994 fanáticos. En ese marco la Liga Nacional ganó por segundo año consecutivo el Juego de las Estrellas en su versión número 82, con pizarra de 5-1. Hubo un trabajo magistral de nueve lanzadores que se combinaron para casi silenciar y frenar la poderosa ofensiva de la Americana.

En la práctica de bateo, previo al duelo, los toleteros de la Liga Americana metieron mucho miedo. Para que nuestros lectores dimensionen su fuerza, Robinson Canó, que un día antes había ganado el Derbi de Jonrones, fue ubicado en el octavo lugar en la lista al bate.

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La antesala de este clásico estuvo matizada por algunos detalles que pusieron en duda algunas cosas. Primero fue el intento de boicot de parte de algunos peloteros y de organizaciones que defienden a los migrantes, por la promulgación de la Ley SB1070. Luego fue la tormenta de arena y la caída de un fanático de las grandes del estadio de los Rangers, y especialmente por ausencias de algunas estrellas como los serpentineros Félix Hernández y Mariano Rivera, y seis más impedidos por haber lanzado con sus equipos el domingo antes del partido. Tampoco llegaron Álex Rodríguez y Derek Jeter, Chipper Johnes, David Price.

Las designaciones para estar en este clásico llamado de la Amistad del Año se realiza por votaciones que hacen los fanáticos, pero los beisbolistas de reserva y los lanzadores son escogidos por los entrenadores de los equipos que llegaron a la Serie Mundial del 2010: Bruce Bochy, de los Gigantes, y Ron Washington, de los Rangers.

Fue un juego de dominio de los pitchers de ambos equipos, aunque fue brillante la actuación de Roy Halladay. El marcador solo se movió en cuatro oportunidades durante dos horas 50 minutos de partido. La carrera de la quiniela llegó en la apertura del cuarto cuando el Titán Adrián González, inicialista de la Americana, pegó jonrón solitario. contra Cliff Lee.

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La Nacional respondió inmediatamente, en el mismo cierre del cuarto, cuando Prince Filder sacudió cuadrangular con la cuenta de 2-2, con dos en circulación, para poner a ganar al llamado Viejo circuito 3-1, ventaja que aumentó una en el quinto y otra en el séptimo para dejar el marcador final de 5-1.

Al final, Prince Filder fue designado, por su gran batazo que valió el triunfo a la nacional, como el Jugador Más Valioso y recibió un hermoso bate de cristal y un cheque de 40.000 dólares que serán invertidos en la construcción de un campo de béisbol para niños de escasos recursos de Milwaukee.

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En resumen: una estupenda labor de sus lanzadores (Tyler Clippard, Brian Wilson, entre otros) y el bateo oportuno de sus toleteros fue la combinación perfecta para el triunfo de la Nacional, que le da la ventaja de iniciar en casa la Serie Mundial de este año.