“¿Cómo salen Uruguay y Argentina?”, pregunta un hincha. Es virtualmente imposible anticipar un resultado, más con las equivalencias del fútbol actual. Los partidos pueden definirse por detalles. Una marca no debidamente ajustada, un delantero que se va y desnivela un juego parejísimo. El infortunio de un rebote que descoloque al arquero en un tiro libre; esa mano instintiva que se transforma en penal… El jugador que llega a destiempo, comete falta y ve la tarjeta roja, deja a su equipo con diez y se desnivela el trámite.

En ese contexto de paridad e imprevisibilidad se inscriben los cuatro choques de cuartos de final. Pero se puede hablar de porcentajes. Colombia y Perú aparecen muy equilibrados. Ambos saben trabajar el partido y no se regalan. Si bien los dos inician un proceso con técnicos nuevos, ya están ensamblados. Bolillo Gómez muestra ligeras ventajas sobre Markarián: el fútbol colombiano es su casa, conoce a la perfección la mentalidad de sus futbolistas, dispone de un fantástico potencial ofensivo y, sobre todo, no ha padecido lesionados.

Colombia no recibió goles en esta Copa América. Y aún más notable que ello, solo tuvo una situación de gol en contra, frente a Argentina, la brillante asistencia de Messi que Lavezzi definió a su modo habitual: mal. Un sofocón en apenas tres juegos (y uno de ellos ante Argentina y como visitante) hablan muy bien del entramado defensivo del equipo. Su sistema de seguridad es casi inviolable.

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Perú ha hecho descansar a sus titulares, tiene a Juan Vargas y Paolo Guerrero en estado de gracia futbolística y cuenta con un técnico que le ha cambiado la cabeza al futbolista peruano. Le devolvió la confianza, que en fútbol vale tanto como las mismas condiciones. Ha rescatado al Perú de las napas más bajas y lo ha puesto a pelear de igual a igual con el que raye. Subió mucho Perú, aunque todavía no es Colombia. Las casas de apuestas de Europa dan 1,78 por el triunfo cafetero y 5,90 por el incaico. Demasiado. Nuestro análisis dice 60 a 40 para Colombia, pero con grandes chances de ir al alargue.

Argentina y Uruguay están tan igualados que el fiel de la balanza no se inclina un milímetro para ningún lado. La Celeste y Blanca intenta ser un equipo (años que no lo logra; el país de los entrenadores no acierta con uno que potencie los notables jugadores que procrea). La gente está impaciente porque no llega un título y descree de Batista. El ánimo frente a la Selección no es el mejor. La Celeste sola es la contratara: posee un equipo armado, que funciona, tiene un técnico excepcional como Tabárez, el mismo excelente plantel del Mundial, que reúne juventud y experiencia. Está con la autoestima alta y su defensa más confiable que la de su oponente. En terreno neutral, Uruguay, hoy, sería favorito. Pero es visitante. Y enfrente estará Messi… Las apuestas dan 1,65 por la victoria local y 6,60 por la uruguaya. Un disparate.

Nuestra sensación: 50 y 50. Más que eso, hasta intuimos alargue y penales.

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Es altamente factible que el Brasil-Paraguay de cuartos sea distinto al 2-2 que vimos en Córdoba. Ahora hay lagunas en Paraguay y Brasil ya apareció ante Ecuador. Sobre todo está en apogeo un atacante excepcional por velocidad, técnica y remate: Alexandre Pato. Maicon jugó una montaña cuando le tocó sustituir a Dani Alves y ahora Brasil está cómodo, sereno. Eso puede ser letal para la Albirroja. La contra brasileña es parecida a la de Perú, Colombia, Argentina, Bolivia, Ecuador: está en proceso de gestación una nueva selección. Paraguay, en cambio, lleva años jugando con los mismos hombres y con Martino en el banco. Es su ventaja. Las apuestas pagan 1 euro con 60 centavos a mano de Brasil y 6,80 a Paraguay. Demasiado. Optamos por un 55 a 45 a favor de la auriverde. Podría estirarse a 60-40, no más.

Chile es gran favorito en la cátedra ante Venezuela. Las casas de juego tienen una brecha de 1,70 a 6,40 entre un triunfo y el otro. Exagerado. Chile viene viento en popa, Borghi no ha desarmado lo que construyó Bielsa, al contrario, lo ha desacartonado. Se nota alegría genuina en La Roja. Bien ganada. No obstante, hay un detallecito que no cierra: atacó mucho y convirtió poco. Y la Vinotinto no recibió goles de Brasil ni de Ecuador. Esta Venezuela de César Farías es un reflejo de su técnico: no le tiene miedo a nadie, archivó para siempre el traje de Cenicienta y la moral viaja más alto que los aviones. Es capaz de cualquier hazaña. De todos modos, seremos respetuosos de la lógica futbolística: 65% para Chile, 35% para Venezuela.

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Tal vez no acertemos ninguna predicción; en todo caso, ahí está lo bello del fútbol.