Hacia 1964 el Santos emprendió una larga gira por América comenzando en la Argentina. Venció a Boca, finalista de la Libertadores del año anterior, y a Racing, campeón argentino de 1963. Y aceptó trasladarse a Santa Fe para enfrentar a un modesto equipo de Primera B que celebraba su 59º aniversario: Colón, que tenía una pequeña cancha de madera.

Era un entrenamiento para el Santos. Sin embargo, aquel 10 de mayo comenzó la leyenda rojinegra. Pelé (¡cuándo no…!) puso arriba al célebre Ballet Blanco. Regando el césped de sudor y entusiasmo, el cuadro sangre y luto empató. Y a 3 minutos del final se llevó la victoria. Fue noticia de orden nacional por lo asombrosa.

Meses después se presentó en la canchita santafesina la selección argentina y también cayó frente al club sabalero. Y en 1967 le tocó morder el pasto al célebre Peñarol de Spencer y Joya, llegado con su lustroso título de campeón de América. Tales conquistas de un equipo menor del interior del país le dieron fama de reducto invencible al estadio colonista. Y algún iluminado cronista lo apodó El Cementerio de los Elefantes. El mote pegó tanto que hasta hoy es un blasón de sus hinchas.

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A casi medio siglo de aquellas proezas amarillentas, el Cementerio es un canto a la alegría y un escenario importante, coqueto, que alberga orgulloso la Copa América 2011. Hasta aquí nos trajo la ruta de la Copa, marcando en el programa “Colombia-Bolivia”. ¡Qué injusto que el autor de un bautismo tan original haya quedado en el anonimato…! Nos prometemos investigar el nombre de aquel ingenioso hombre de prensa.

Sentados en un palco del Cementerio espectamos a uno de los dos equipos más sólidos del torneo junto con Chile: Colombia. Justamente se nos cruzó como un fogonazo la idea de que ambos podrían animar la final. Sí, Chile-Colombia. Ni Argentina, ni Brasil, ni Uruguay, ni Paraguay. Chile no se quedó llorando la partida de Bielsa; dio vuelta la página y se lo ve entero anímicamente, hambriento de fútbol, de ganas, de conquistas. Y su gente lo percibe igual. Por eso 30.000 chilenos atascaron la cordillera y se amasijaron por una entrada. Advierten en esta Copa el preámbulo de algo trascendente. Chile, ataca, quiere ganar, hacer goles, agradar. Muy buena señal.

Aquí, en Santa Fe, Colombia ganó sin despeinarse el grupo A. Bolivia, que ante Argentina pareció el Rapid de Viena, no le hizo ni cosquillas a esta formación amarilla que casi no ha tenido que soportar situaciones de gol en toda esta primera fase (dato importante). Eso habla del tejido de su medio campo, una red muy complicada de traspasar. Cubre bien los espacios, presiona, achica. A Colombia puede dedicársele un elogio poco frecuente a nivel de selecciones: es un equipo. De rosquero para arriba le han dicho de todo a Hernán Darío Gómez, pero debe convenirse que ha montado una orquesta interesante, que toca bien, muestra seguridad defensiva y variantes en ataque.

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Pero, por encima de ello, hay un indicador que cotiza en alza: se nota un grupo fuerte, unido, totalmente convencido de lo que está jugando, compenetrado y solidario.

Ha nacido una etapa nueva en Colombia. Se la presume feliz. Ya podemos asegurar que peleará uno de los cuatro cupos directos de Sudamérica al Mundial. Será difícil derrotarla. Vienen buenos tiempos.

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dejan solo a rueda

* Inquietante. La actuación de Ecuador ante Venezuela. Está obligado a vencer a Brasil para aspirar a la clasificación, aunque eso sería lo de menos. Preocupa el nivel del equipo, su ya crónica falta de gol, la baja respuesta colectiva e individual y, sobre todo, la nula rebeldía de los jugadores para dar vuelta esta mano que viene torcida. Da la sensación de que los jugadores han hecho poco por respaldar al técnico, y en cambio lo están dejando solo para recibir el escarnio público. Falta un partido, importante además. Hay que esperar. Entonces sí será hora de balances y palabras categóricas.

* Excelente. Estamos viendo una ponderable Copa América. Ni el frío, ni las cenizas volcánicas ni la escasez de goles logran reducir el concepto de buen torneo. Y la organización empieza a ganar puntos, a notarse eficiente. Algunas fallas menores no la demeritan. La de Córdoba, en el empate Brasil 2, Paraguay 2 semejó una jornada mundialista, por el público, el estadio, los contendientes, la bella ciudad.

No es sencillo atender a 5.180 periodistas, darles cabida, comunicaciones, transporte, hotelería, facilidades, instalaciones. Eso sin contar con los miles de hinchas extranjeros que están arribando. Y las delegaciones, y los jueces, y los oficiales de juego, y el transporte, la seguridad, la hotelería…

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Ya estamos en carretera de nuevo. El auto enfila ansioso a la ciudad más docta de la Argentina: Córdoba. El estadio Mario Alberto Kempes espera…