La inveterada costumbre de abrir muy temprano la internet para leer la edición electrónica de este Diario trajo la noticia del doloroso óbito de un símbolo del deporte guayaquileño y de la medicina. Un correo urgente de Leonardo Escobar me confirmó que Eduardo Alcívar Andretta había fallecido en EE.UU.

Quienes conocimos a Eduardo desde sus tempranos años de basquetbolista, y su pasión por la traumatología y la medicina deportiva, podemos calibrar la dimensión que su desaparición tiene para nuestro deporte y para la ciencia médica.

Eduardo traía en sus genes sus dos pasiones. Su padre, el doctor Eduardo Alcívar Elizalde, fue un destacado futbolista de la Liga Deportiva Estudiantil (LDE), quien a inicios de la década del treinta jugaba de alero izquierdo junto a Jojó Barreiro, Tomás Alarcón, Carlos Paladines, Humberto Santos y Vidal Yanuzzelli. Su tío fue el inolvidable Luis Alcívar Elizalde, uno de los integrantes del inmortal equipo de Los Cuatro Mosqueteros del Guayas que conquistaron para Ecuador el campeonato sudamericano de natación en 1938, en Lima.

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El padre de Eduardo fue uno de los pioneros de la medicina deportiva en nuestro país y en 1939 fue el primer galeno ecuatoriano en concurrir a un evento internacional de esta especialización, en el que se lo reconoció como fundador de la Asociación Sudamericana de Medicina Deportiva.

Se inclinó por el básquet y fue parte de una brillante generación que surgió de los extinguidos torneos intercolegiales. La canasta guayaquileña se enriqueció a partir de 1958 con el aporte de Eduardo Alcívar, Jorge Mejía, Juan Sala, Nicolás Lapentti, Joffre Durán, entre otros, que se unieron a los que habían surgido dos años antes: Carlos Valle, Freddy Freire, Augusto Betancourt, Pancho Rodríguez, Lucho Carrera, Shyler Nieto, entre otros.

Su divisa fue siempre la del glorioso Athletic Club, con el que logró los vicecampeonatos entre 1959 y 1962, cuando predominaba LDE. Fue parte de grandes equipos cebras junto al mítico Pablo Sandiford, Nicolás Lapentti, Mario Schippa, Jaime Echeverría, Goyo Loor y el entonces jovencito Lucho Navarro, pívot del Vicente Rocafuerte. Tenía dotes de armador y así fue utilizado en Athletic.

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Unía a su talento de preparador de jugadas un recio temperamento de líder. Guayas, entonces inderrotable en las canchas del país, reclamó su presencia en 1962 en la inolvidable victoria ante el All Stars, de Estados Unidos, y en la conquista del título nacional en Esmeraldas. Volvió a ganar el certamen nacional en 1963, en Portoviejo, y obtuvo un lugar en el combinado nacional que fue al Sudamericano de Lima, formando un gran plantel con Pancho Rodríguez, Carlos Valle, Jorge Chato Mejía, Lucho Carrera, Juan Sala, Nico Lapentti, Abel Jiménez, Jorge Niemes, Pablo Sandiford, Omar Quintana, Pepe Villacreses, Rodrigo Rivadeneira y Luis Landívar.

En 1964, con Athletic, rompió la hegemonía de cuatro temporadas de LDE. Ese año Alfredo Escobar Urbina logró armar un gran conjunto con Eduardo, Nico Lapentti, Jurgen Rupertti, Pablo Sandiford, Lucho Navarro, Antonio Cuadros, Jorge Niemes, Lucho Baidal y Rusell Crawford. Con el manejo de Alcívar en la cancha los cebras fueron bicampeones en 1965. Pese a los rigurosos estudios de medicina que le impedían entrenar con asiduidad, integró la selección de Guayas en 1964 con la que fue otra vez campeón. Jugó el Sudamericano de Mendoza, en 1966, y fue bicampeón local con Athletic en 1967.

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Un año después empezó su despedida del deporte activo y graduado de médico se dedicó a la especialidad familiar: la traumatología, pero su espíritu inquieto lo llevó a fundar la Federación Ecuatoriana de Medina del Deporte a la que le dio relieve internacional.

Heredó la Clínica Alcívar que desde su pequeño local en la calle Villamil pasó a un edificio funcional al sur de la ciudad. Fue extendiéndose y creciendo hasta convertirse en el Hospital Alcívar, con una torre médica, todo gracias al espíritu emprendedor y visionario de Eduardo. Los deportistas encontraron en él al médico servicial y preocupado de su recuperación, que nunca se alejó del deporte que había practicado con tanto lucimiento. Tampoco se olvidó del Athletic Club del que llegó a ser presidente.

Guayaquil se despide de una de sus grandes figuras deportivas. La medicina, a la que engrandeció al igual que su abuelo, Miguel H. Alcívar, y su padre, Eduardo Alcívar Elizalde, sentirá la ausencia definitiva de uno de sus grandes valores.

Que haya por siempre paz en la tumba del gran deportista, médico y amigo que fue Eduardo Alcívar Andretta.

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